Plato vegano

¿La industria vegana es tan ecológica como nos la pintan?

Author
M. Bishop
Visual Curator
Vittoria Rossini
English Translator
Charlotte Garcia
Italian Translation
Bryan Bravo

Tiene potencial, sonoridad, atractivo y muchas tintas de debate vertidas en su honor. Hablamos de la industria vegana y su entorno vegetariano, ese mundo mercantil vestido de respeto ecológico.

La mirada crítica de una industria vegana

Que la comida vegana ha ido ganando espacio en el mundo de la alimentación durante los últimos años es un hecho. Y prueba de ello es el aumento de las ventas mundiales de carne vegetal, que en 2020 alcanzaron los 4,200 millones de dólares. Asi refleja el análisis de Euromonitor International. Esto significa un incremento del 24%, nada menos. Con tales cifras por delante, resulta imposible no hablar propiamente de industria vegana.

Imagen de Roam In Color- Vegan Burger

¿Qué es la industria vegana?

Tenemos que entender como esa fábrica de alimentación apuesta por las opciones saludables y sostenibles, mientras pide y aplica una mayor conciencia sobre el impacto de los productos tratados. El veganismo se caracteriza por poner un punto y final en el uso de elementos fabricados y vinculados a la explotación animal, así como a los servicios que derivan de él.

¿Resultado? La producción y promoción de una actividad empresarial libre de toda ingesta y explotación, al menos en teoría. Se trata de una práctica en la que no solo están incluidos los alimentos, sino también la cosmética, la moda e incluso el turismo. No en vano la dieta vegana es la que más ayuda a cuidar del planeta, parece. Un modelo de respeto animal cuyo éxito se basa en una sola palabra: ecología.

Hablamos de una apuesta conservacionista que para muchos de sus consumidores es también un estilo de vida. Una postura que garantiza calidad y sustentabilidad, mientras al mismo tiempo inyecta vida a la economía. Todo ello aderezado de sostenibilidad y de una ética propia, fundamentada en la preservación de la fauna conocida, así como del medio ambiente.
Después de todo, asegurarse de que la comida que van a comprar e ingerir no contiene ingredientes de origen animal es la regla número uno de todo buen vegetariano y vegano. Ellos se aseguran de que tales productos ingeridos no hayan sido testados en animales. Y es que no son pocos los veganos y vegetarianos dispuestos a pagar más a cambio de artículos de alta calidad. Con que hayan sido producidos en la fábrica de la ética más sostenible.

Imagen de Robert Bye-Vacas

¿Y cuál es el perfil de estos consumidores?

Hablamos de personas que se revelan leales a las marcas que comparten sus valores conservacionistas, inspirados en la creencia de que tales empresas ofrecen productos ecológicos envueltos en calidad. Eligen comida y vestimenta, viajes y ocio que ha alcanzado una innegable presencia social. Eso nos dice el informe «El mercado mundial de alimentos veganos 2023-2028». Un crecimiento exponencial que refleja que la industria vegana ya es tendencia. El tren de un cambio notable al que varios gigantes cárnicos ya se han sumado, extendiendo el oleaje de sus artículos a la orilla vegetariana. La lista de gigantes promotores en la industria vegana y vegetariana es larga. Desde Beyond Meat y Danone, hasta Vitasoy y Hain Celestial, pasando por Sun y Amy’s Kitchen e incluso Nestlé.

¡Pero no es oro todo lo que reluce y la industria vegana no es la excepción!

Dentro de una intención de salvación y preservación del planeta, la industria vegana se mantiene como una opción más respetuosa, todavía, al menos si se la compara con la alimentación de origen animal.
De hecho, desde un punto de vista más realista, la elaboración de alimentos de origen animal sí multiplica el impacto ambiental.
Algo que no es difícil de entender es que para conseguir una única proteína de carne hace falta que las empresas le pongan más esfuerzo a su actividad, al menos a nivel de fabricación. Esta diferencia contrasta notablemente a la hora de obtener una proteína vegetal. Un mayor esfuerzo y una mayor producción que, como consecuencia, acaba escupiendo en la atmósfera una mayor cantidad de gases contaminantes.


De hecho, expertos como Ed Winters, escritor de ‘Esto es propaganda (y otras mentiras de la industria cárnica)’, recomiendan y animan a pasarse a la industria vegana y a sus dietas vegetarianas. De esta manera se puede contribuir más y mejor a la sostenibilidad del planeta, así como a mejorar la propia salud.
Entre las páginas del icónico libro se deja claro que en la elección de qué comer reside el poder de contribuir a transformar el mundo. Sus líneas, que se adentran en granjas y mataderos, ideas ecologistas y derechos animales, no dudan en explorar las formas más comunes que dan sustento al actual sistema de cría de animales.

Imagen de Pexels- Frutas y Verduras

Detalles importantes

Entre las líneas de este informe, fundamentado en«La brecha de mitigación climática», que recopila pruebas de cómo las recomendaciones de educación y gobierno están pasando por alto las acciones individuales más efectivas, dejan claro que, pese a todo, el veganismo no siempre es sinónimo de ecología medioambiental. ¿Y por qué? Porque muchas veces esta fábrica de alimentación no se muestra muy respetuosa con el planeta, precisamente.


Una hipótesis que los investigadores participantes del ensayo presentado por la Universidad de Oxford, convierten en teoría al reunir pruebas de que no todo lo vegano es ecosostenible al cien por ciento. Para el investigador Joseph Poore, especialista en estudiar y analizar el tipo y grado del impacto medioambiental que producen los alimentos, la cuestión es muy clara.
«Muchas de las frutas y verduras se transportan por el aire», haciendo alusión al avión y a las cargas de alimentos que porta en sus cabinas, tal y como sucede con el barco y demás trasatlánticos. «Algo que puede generar y crear mayores emisiones de gases efecto invernadero por kilogramo que la carne de ave, por ejemplo». A su entender, la cuestión más importante y esencial es ser «conscientes de todo lo que consumimos».

El punto de vista del consumidor

Asociar siempre lo verde con lo ecológico es tan erróneo como ingenuo. Dentro de la filosofía de la industria vegana las dietas basadas meramente en lo vegetal también tienen que trasladarse y expandirse entre fronteras y países. Hablamos de esas frutas y verduras importadas, efectivamente, cuyo traslado deja tras de sí un rastro de emisión y contaminación. Algo que desde luego se puede evitar. ¿De qué manera? Apostando por el consumo local, primero, y eligiendo consumir frutas y verduras de temporada, después. Claro que pasar todo esto por alto suele ser muy difícil. Se crea una dicotomía a la que también deben enfrentarse quienes sí consumen productos animales y orgánicos.


Si en algo coinciden los expertos de ambas industrias, la vegana y la cárnica, es en sostener y reafirmar que la crisis medioambiental que estamos enfrentando actualmente viene de los hábitos de comer y consumir, producir y transportar. Una actitud consumista que tiene su eco en el uso mundial del agua y la tierra y demás recursos naturales.
Con un poco de conciencia y un simple ejercicio de contención y proximidad, se podría llegar a bajar las emisiones de contaminación hasta alcanzar reducciones memorables. ¡Una pugna de contaminación que está en manos de cada uno de nosotros!

De la verdad poética a la razón pragmática

La esencia del veganismo se resume en dejar de consumir carne y pescado, huevos y lácteos. Mientras se esta volviendo a veces una moda social, llena la boca de a sus comensales de artículos insanos.
Se convierte en una tendencia que se está corrompiendo cada vez más, pasándose a la lista negra de las comidas insanas. Desafortundamente, la industria vegana ya ha comenzado a saturar sus platos de azúcares y frituras y de toques procesados. Toda una pérdida de calidad que implica tanta gula como avaricia, tanta falsedad como materialismo. El entorno vegano se está lucrando a manos llenas, a costa de imitar la carne.
Una apuesta de mercado por la imitación que, si bien puede llegar a generar unos 24.300 millones de euros de beneficios, según estimaciones de la consultora estadounidense Nielsen, y eso solo en 2026, suscita cada vez más debate a su alrededor, sobre todo desde un punto de vista nutricional. ¿Y por qué?
Existe el riesgo de sumir a la industria los ultraprocesados, y con ellos los aceites vegetales, almidones y extracto de proteínas.
Así, en vez de emular y mejorar las buenas cualidades de la industria cárnica, cuyos productos orgánicos y de origen animal contienen más cantidad y mejor calidad de proteínas, innegablemente, la industria vegana se está empapando con los ultraprocesado.


Como toda buena filosofía y estilo de vida, el veganismo ha de ser una opción elegida con libertad, no impuesta desde las altas esferas, y menos cuando llegan sobradas de engaños, márquetin global y populismo barato. Y lo que sí debe ser considerado una necesidad, en cambio, es el veganismo de calidad, el nutritivo, el basado en alimentos naturales, adaptándose a los productos originales de cada país y región, así como a la realidad de cada comunidad y sociedad y familia.

Imagen de Samuel Regan Asante-Tienda Vegana

Abriendo los ojos al veganismo

Después de todo, hablar de la industria vegana es abordar un tema delicado que va más allá de ingerir frutas y verduras, comer imitaciones de carne y pescado, no comprar huevos y otros alimentos orgánicos sacados de animales. Se trata de un tema cuya práctica y aplicación no afecta por igual a todo el mundo, ni siquiera a todos los países, cuanto menos a todas las edades. Y esto es indiscutible a nivel psicológico y social, económico y cultural, adquisitivo y de crecimiento y desarrollo.
Y de esta voz de alarma se hace eco este estudio presentado hace unos años por la Universidad de Carnegie Mellon, cuyos datos dan pruebas de que las dietas vegetarianas podrían ser más dañinas para el medio ambiente, incluidas las consideradas de buena salud.

Conclusiones

Mejor poner punto y final a la agenda comercial. Es preferible que la industria vegana se centre en presentarse y ser realmente equilibrada y equitativa e igualitaria, si de verdad quiere llegar a ser una alternativa viable y duradera a la producción de carne, dejando en planos más secundarios su intento de imitación por alcanzar un artículo del que, en teoría, se quiere desprender.
Y es que tal y como se presentan ahora mismo, con un modelo de mercado más consumista y explotador que rigoroso y contencioso, tanto la industria vegana como la ganadera pecan de lo mismo: la tendencia al monocultivo.
Un monocultivo que ataca a las abejas, uno de los animales más esenciales del ecosistema, por mucho que cueste creerlo y no guste oírlo, dejándolas a un tris del peligro de la extinción, tras aniquilar a más del 90%, según documenta esta Fundación.
Un monocultivo que, peor aún, vierte montones de fungicidas, herbicidas y pesticidas en su proceso de rentabilizar las cosechas, a fin de que estas produzcan más cantidad; destruyendo al suelo en el proceso, por un lado, y arruinando la salud de los polinizadores, por otra parte, creando zonas muertas, con tantos desechos de productos físicos danzando por ahí.
Ganadería y veganismo andan faltos de la misma iniciativa comedida y oxigenada. Un carácter explosivo y avaricioso del que deberían librarse las dos, si pretenden sobrevivir con sostenibilidad al paso del tiempo y, con ellas, preservar el clima y a los animales y a las plantas y sí, también a la humanidad.