La sequía meteorológica planteada como una crisis energética

Author
M. Bishop
Translation
Chiara Conti

Sequía meteorológica, una llamada a la crisis energética

¿Qué es la sequía meteorológica? ¿Cómo está repercutiendo en el planeta? ¿A qué secuelas climáticas está abriendo paso y cuáles son los países que más la sufren? ¡Entra y averígualo!

Sequía meteorológica, un daño incentivado por la actividad humana

Vivimos en un contexto de cambio climático, marcado por eventos extremos y anomalías medioambientales cada vez más frecuentes. Un panorama donde la sequía meteorológica está cobrando mucho más empuje, desafortunadamente. ¿Y por qué? Ya que afecta a la disponibilidad y consumo del agua, para beneficio y bienestar de personas, plantas y animales. Hablamos de la agricultura, por supuesto. Pero también de la capacidad de los países para generar energía de un modo sostenible.

Y es precisamente en ese escenario donde cobra protagonismo la amenaza de la crisis energética. O más bien la sequía como detonante de ese peligro. En este artículo, por tanto, exploraremos cómo La Sequía, con mayúsculas, abre las puertas a una crisis energética. Y ya que estamos, también plantearemos posibles soluciones para mitigar sus efectos. ¡Empecemos!

¿Qué es la sequía meteorológica?

Aunque parezca increíble, no existe una definición universal de sequía, aceptada por igual y punto por punto en todo el mundo. Y es que el término varía de un lugar a otro, según la concepción de muchos entendidos. La literatura científica se debate entre más de 150 definiciones de sequía, nada menos, como afirman en este portal de expertos.

En lo que sí se ponen de acuerdo las voces científicas es en señalar que el medioambiente es, por sí mismo, todo un sistema climático. Un sistema con variaciones naturales y alteraciones antropogénicas, como lo es para muchos la propia sequía.

Transitoria y prolongada (más o menos), así es la sequía en general. Un periodo de tiempo donde las precipitaciones que bañan un área geográfica cae en valores inferiores a los normales que suele acumular esa misma zona. Una escasez de lluvias que se convierte en sequía meteorológica. Y que al prolongarse aún más, deriva en una sequía hidrológica. Es decir, en una insuficiencia de recursos hídricos que hacen difícil el poder abastecer la demanda existente.

Es, en suma, ese fenómeno climático donde las precipitaciones en una región brillan por su ausencia, y además de forma prolongada. Así, la sequía suele dejar impactos devastadores allí donde roza su aridez. La energía es, de hecho, uno de los sectores que más permanece a merced de esos impactos, desembocando en alertas rojas y crisis de recursos.

El agua, por su parte, es el elemento base de muchas de las actuales fórmulas de generar energía, ya sea de manera directa o indirecta. Un factor común que comparten las plantas hidroeléctricas, por ejemplo, en su proceso de convertir la energía cinética del agua en electricidad. ¿El problema de esto? Que bajo el ojo de una sequía meteorológica, tanto los embalses como los ríos y lagos pierden nivel y reserva. Algo que, obvia y desafortunadamente, reduce la capacidad de generar electricidad.

Las plantas termoeléctricas, que por cierto son otra técnica de producción de electricidad, también acaban en peligro. Ya funcionen con energía nuclear, gas natural o simple carbón, lo cierto es que necesitan grandes volúmenes de agua para enfriar sus sistemas. ¿Qué implica esto? Que ante la escasez de agua su operación se ve limitada; si es que no cerrada, directamente, al menos de forma temporal.

Hablamos, en suma, de un sector energético cuya vulnerabilidad aumenta ante el más leve asomo de sequía meteorológica. Sí, la misma que da pie a la escasez de recursos, empezando por el recurso del agua. Agua que se vuelve muy necesaria a la hora de extraer y procesar combustibles fósiles, por no hablar de la producción de biocombustibles.

La crisis energética que dejó seco a Ecuador

Entre las muchas y muy notables consecuencias del calentamiento global destaca el revés e incluso radicalización de los climas, que serán cada vez más extremos. O así lo prevé y advierte el consenso científico. Un fenómeno que sembrará exposición y cosechará vulnerabilidad a lo largo y ancho del planeta, como ya puede atestiguar Ecuador.

Y es que durante los últimos tres meses, el país se ha visto sumido en una grave crisis energética. Una sequía nacional que redujo la reserva de los embalses a índices históricos y preocupantes, con centrales hidráulicas vacilando en su eficiencia eléctrica.

Un periodo oscuro que mantuvo en vilo a los ciudadanos de 19 de las 24 provincias, después de que el Gobierno declarara la alerta roja en tales regiones. Su punto álgido, no obstante, llegó en forma de varios apagones nacionales, el más largo de los cuales duró hasta 14 horas. ¿El objetivo? El mantenimiento del sistema eléctrico del país, según afirmaron desde la Presidencia de Daniel Noboa.

Incendios forestales, cortes eléctricos, déficit hídrico, seguridad alimentaria, racionamiento energético… Todo ello asoló Ecuador en el transcurso de este último año. Y ni siquiera puede decirse que la región haya salido indemne de la refriega. Tanto es así, que la sequía que ha sufrido en los últimos meses está considerada como una de las peores de los últimos 61 años. Y no es de extrañar, teniendo en cuenta que su sequía meteorológica dio paso a una sequía de recursos.

Se trata de un impacto negativo en toda regla, muy presente durante esos largos periodos secos. Un revés agudizado, además, por el hecho de que la hidroenergía acapara más del 60% de la matriz energética del país. Algo que, dicho sea de paso, también sucede con muchas otras regiones de Latinoamérica. Una dependencia que solo hace más posible que enfrenten cortes de suministro, por un lado, así como aumentos en los costos de la electricidad, por otra parte.

El cambio climático es un agente omnipresente que cada vez está haciendo notar su realidad extrema en el mundo. Y la región latina lo sabe muy bien, tras haberla sentido en sus carnes. Un puño de hielo y calor empeñado en aferrar y arrastrar por los suelos a la sociedad actual, alterando su dinámica e impactando en la economía. Eventos hidrometeorológicos de los que se advierten en este estudio y en otras investigaciones de la misma talla.

En este contexto, el cambio climático actúa como agravante del peligro, ya que aumenta la frecuencia y severidad de las sequías, como la de Ecuador. Y el hecho de que la población y la urbanización sigan creciendo solo contribuye a exacerbar aún más el problema. ¿Y eso? Dado que con su incremento también se dispara la demanda de energía, básicamente.

En suma, un ciclo preocupante donde la escasez y la contaminación se juntan y forman una amenaza más gorda. La reducción del agua, por un lado, incentivado por la sequía, causando la disminución del agua como fuente de energía. Y por otra parte el uso de combustibles fósiles, al que se acude para compensar la escasez energética; lo que a su vez contribuye al calentamiento global.

Soluciones para mitigar el impacto de la sequía meteorológica, o cómo volver más sostenible al sector energético

La reducción en la generación de energía puede tener graves consecuencias, como ya hemos señalado, tanto económicas como sociales. Países como Ecuador, que aún dependen de la hidroenergía, están obligados a recurrir a otras fuentes de energía alternativas cuando la sequía se interpone. ¿Una alternativa? Las plantas de combustibles fósiles. ¿El problema? Que estas son más costosas; amén de que generan mayores emisiones de gases de efecto invernadero.

Un cambio en la elección de la producción energética que afecta directamente al consumidor. O más exactamente a su bolsillo, ya que el cambio tiende a disparar significativamente las tarifas eléctricas, marcadas por las empresas.

Apagones como los vividos por Ecuador son sinónimo de inestabilidad energética. Una oscilación en el suministro que a veces llega a interrumpir las actividades económicas, disminuyendo en el camino la productividad laboral. (Lo que, de rebote, aumenta el desempleo). Es más, los sectores de educación y de salud son un claro ejemplo de esto último.

Y es que centros como hospitales, colegios y universidades necesitan de un suministro constante de energía para operar. Y es así como muchas comunidades ven agravados sus problemas, empezando por los ya existentes; problemas que asoman ante la falta de acceso a electricidad . Sí, hablamos de la pobreza y de la desigualdad.

Puede decirse, por todo ello, que la sequía, en general, y la sequía meteorológica y de recursos, en particular, amenaza la seguridad energética. ¿Lo peor? Que también pueden desencadenar crisis humanitarias. Existen, sin embargo, algunas posibilidades capaces de plantar cara a este desafío. Todo pasa, en cualquier caso, por implementar estrategias que reduzcan la dependencia del agua en la generación de energía. Y por encontrar maneras, en dichas fórmulas, de abrazar la sostenibilidad y concebir nuevos métodos.

Así, la diversificación de la matriz energética se alza como una de las posibles soluciones más eficaces contra las secuelas de la sequía meteorológica. ¿Por ejemplo? Incorporar otras fuentes de energía renovable que no dependan del agua. ¿En otras palabras? Echar mano, más frecuentemente, de la energía solar y/o de la eólica.

Optimizar el uso del agua en plantas energéticas es, asimismo, otro posible método de reducir el impacto de la sequía meteorológica en el sector energético. Hablamos de unas mejoras en la eficiencia hídrica que empiecen por usar tecnologías de recirculación, mismamente. O sistemas de enfriamiento seco que minimicen el impacto de la escasez hídrica, sin ir más lejos.

Por otra parte, son muchas las voces expertas que defienden que llevar una gestión integrada de los recursos puede ser de gran utilidad. Esto implica el poder coordinar el manejo del agua en varios sectores a la vez, desde el energético hasta el agrícola, pasando incluso por el urbano. ¿Los beneficios de esta táctica? La posibilidad de asegurar un uso más equitativo y eficiente del propio recurso.

Entre la lluvia de ideas que aporten solución para volver más sostenible al sector energético destaca la importancia de invertir en infraestructuras resilientes. ¿Traducción? Construir embalses y sistemas de almacenamiento de agua más eficientes, por ejemplo. Y es que eso podría ayudar a mitigar los efectos de la sequía meteorológica y de recursos en la fabricación de la propia energía.

Por último, desarrollar nuevas tecnologías energéticas, unas menos dependientes del agua, cómo no, resulta esencial en esta mira al futuro. Una apuesta por la promoción de la investigación y la innovación que, por supuesto, ayuden a garantizar la sostenibilidad a largo plazo.

La sequía, un desafío que afrontar y superar

Puede decirse, como conclusión, que la sequía es más que un problema grave. También representa todo un desafío significativo para la seguridad energética global. Un reto que puede poner en jaque a La Tierra, a la vista de lo afectado que está, cada vez más, ante los bandazos del cambio climático. ¿La buena noticia?

Que con una planificación adecuada, primero, y el uso de tecnologías innovadoras, después, es posible mitigar sus impactos. ¿El objetivo de esta propuesta? Construir un sistema energético más resiliente. Y, de paso, combatir al propio cambio climático con una transición ecológica más sostenible. Una matriz energética que, por el simple hecho de estar más y mejor diversificada, será un paraguas más sólido contra la vulnerabilidad ante la sequía.