El Océano Atlántico es el segundo más grande del planeta, sus aguas albergan una gran variedad de especies marinas. El Océano Atlántico Sur es una de las áreas más productivas del hemisferio, con un ecosistema único. Debido a la abundancia de recursos renovables y no renovables, es un área con mucha demanda a nivel mundial. Aquí se instatalan, cada año, las ciudades flotantes.
En Argentina, la Zona Económica Exclusiva (ZEE) se extiende desde la costa hasta la milla 200, dándole soberanía para la exploración, explotación, conservación y administración de los recursos naturales. En la milla 201, donde finaliza este límite jurisdiccional, se encuentran las llamadas ciudades flotantes. Se trata de cientos de buques pesqueros que, cuando cae la noche, encienden sus luces para atraer plancton y así comenzar con la pesca no regulada del calamar Illex argentinus.
Desde hace más de 40 años, entre noviembre y mayo, llegan alrededor 600 buques pesqueros a la plataforma continental patagónica que tiene un ecosistema marítimo único para la pesca industrial. En su mayoría son buques provenientes de China, Taiwán, Corea del sur y España en menor medida.
Estos barcos denominados “poteros” llegan y se instalan durante meses para pescar calamares utilizando luces que atraen el plancton que es su alimento. Son capturados a través de máquinas automáticas, con líneas de tanzas y señuelos (potas) diseñados para este tipo de pesca. Luego comienza el proceso de limpieza y embalado dentro de las embarcaciones que no solo son pesqueros sino que también son factorías. Por último, se llevan todo procesado a sus países de origen.
Milko Schavartzman, es argentino, especialista en conservación marina. Ha colaborado con numerosas organizaciones internacionales como Oceana, Global Fishing Watch y ha sido miembro de la Campaña de Océanos de Greenpeace. Él considera que esta depredación masiva es una catástrofe ambiental que provoca una degradación en el ecosistema. Y sostiene que la cantidad de embarcaciones se ha triplicado en las últimas décadas, se han contado hasta 600 embarcaciones a través de estudios con datos satelitales.
Se calcula que hay alrededor de 400 buques poteros y el resto son “arrastreros” que utilizan meta redes para pescar día y noche. El calamar Illex argentinus es el segundo más capturado en todo el planeta. Estos cefalópodos viven períodos cortos de vida, de dos años aproximadamente. A pesar de su rápida reproducción, su captura desenfrenada supone un peligro de extinción, ya que no se respetan temporadas ni regulaciones ambientales. La regulación argentina considera estos ciclos y comienza su pesca a partir de enero, sin embargo estos buques lo hacen desde noviembre y aumentan cada año. Es importante saber que este tipo de calamar es alimento de muchas otras especies como la merluza, los elefantes marinos, cachalotes, pingüinos, delfines y aves marinas, por lo tanto todo el ecosistema depende de ellos.
La desregulación
Una parte del problema es la desregulación, ya que estas ciudades flotantes se encuentran fuera de cualquier tipo de jurisdicción. Por lo tanto, no se sabe cuánto ni qué especies se pescan.
Además, estas flotas extranjeras reciben subsidios por parte de sus estados de bandera, por ejemplo al combustible. No respetan normas ambientales ni de seguridad en la navegación. Además las condiciones laborales de los tripulantes han sido consideradas forzosas, insalubres y abusivas, con jornadas de hasta 20 horas diarias según la Organización Nacional de Trabajo de la ONU. Por todo esto, sus costos son muy bajos y con esos beneficios económicos compiten en los mercados internacionales con otros que pagan impuestos y cumplen las normas ambientales y laborales. Es una competencia económica desleal.
Controles en la zona
Según Schavartzman la Prefectura Naval Argentina se encarga de realizar patrullajes marítimos y aéreos, controlar y resguardar el ingreso a la zona exclusiva. Esto permite detectar embarcaciones que pescan ilegalmente dentro de la zona, se los intercepta, se los multa y reciben sanciones. Muchas de estas embarcaciones apagan su sistema de identificación automática (AIS) pero son detectados gracias a los patrullajes. Por eso es imprescindible la presencia del Estado para proteger la zona pero, al operar en aguas internacionales, Argentina no puede hacer mucho.
Por su parte, desde la página del Ministerio de Seguridad del Estado argentino sostienen que la pesca ilegal se configura cuando los buques extranjeros ingresan en la ZEE sin autorización. Es importante aclarar que la extensión del frente marítimo es de casi 700 kilómetros, por lo que se hace difícil controlarlo. Los buques identificados dentro de la ZEE que apagan su AIS para ocultar su identidad y no acatan las órdenes de los Buques Guardacostas son sancionados por la Justicia Federal. No obstante, los buques pesqueros que operan fuera de la ZEE, no tienen la obligación de llevar sus equipos de Identificación Automática encendidos. Ya que operan en alta mar y no se encuentran dentro del Convenio Internacional para la Seguridad de la Vida Humana en el Mar (CONVEMAR), que es una normativa que dispone la obligatoriedad del AIS.
Pesca incidental
Otra de las consecuencias de la pesca sin control es la pesca incidental. Se produce cuando se capturan peces u otras especies marinas de manera involuntaria, mientras se intenta pescar determinada variedad. La pesca incidental es una amenaza para muchas especies, en algunos casos, protegidas.
La WWF sostiene la importancia de clasificar las capturas y aplicar regulaciones económicas frente al fenómeno de la sobrepesca para controlar la pesca incidental. Sumado a esto, enfatiza la necesidad de adoptar un modelo de pesca sostenible para lograr un equilibrio entre la conservación de los ecosistemas marinos y las necesidad económicas de la industria pesquera.
Schavartzman afirma que la pesca no declarada y no regulada es una bomba de tiempo. “No sabemos cuánto están pescando, cuantas especies incidentales están capturando y cuál es el impacto ambiental”.
¿Cómo se puede resolver este conflicto?
Existe un acuerdo que aprobó la Organización Mundial del Comercio que prohíbe las subvenciones a la pesca perjudiciales y no reguladas. También hay en el Congreso de la Nación Argentina un proyecto de ley para ratificar este acuerdo y cuantos más países lo ratifiquen antes entrará en vigor. Eso implicaría que para muchas de estas embarcaciones sea menos competitivo operar y la flota se reduciría. Por otro lado, Argentina podría impulsar algún tipo de acuerdo, comisión u organismo con los países de la región como Brasil y Uruguay para que se regule, preserve el medioambiente y se permita explotar de una manera racional y responsable sin un impacto tan negativo ni descontrolado.
Los océanos cubren dos tercios de nuestro planeta y contienen una gran biodiversidad. Son vitales y nos conectan con el resto del mundo. Es hora de que todos tomemos conciencia de su importancia y cuidado. Y es momento de que los organismos internacionales, especialmente los países desarrollados, se involucren en este problema que nos concierne a todos.