Alimentazione sostenibile

Comer más sostenible también alimenta al planeta

Translation
Giorgia Barbiero

La ONG WWF alerta de que el sistema alimentario es responsable del 75% de la deforestación a nivel mundial. A través del consumo, favoreciendo la alimentación sostenible y sin sacralizar ningún producto, podemos influir en el desarrollo de una actividad económica más respetuosa con el entorno.

Entre el 12% y el 14% del territorio mundial libre de hielo está dedicado a tierras de cultivo, según el Panel de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC, por sus siglas en inglés). Esto da lugar a deforestaciones, pérdida de especies, contaminación del suelo por los pesticidas… Además, la desaparición de bosques deriva en una mayor desertificación y contaminación del aire.

Todo esto desemboca en un incremento de la temperatura del planeta. Y a mayor cambio climático, más fenómenos meteorológicos extremos con consecuencias lacerantes, que muy a menudo causan hambrunas y aumentan la pobreza. Por tanto, modificar nuestros patrones de consumo puede incluso favorecer el desarrollo de una economía que cuide, además del planeta, de las personas.

WWF afirma en un estudio realizado en 147 países que una alimentación más sostenible podría evitar al menos un 20% de las muertes prematuras; reducir las emisiones de gases de efecto invernadero vinculados al sector alimentario en un 30%, y la pérdida de vida silvestre en un 46%.

Qué es una dieta sostenible

WWF ha elaborado a partir de ese informe la plataforma Dietas basadas en el planeta. En ella, explica que una alimentación más sostenible es aquella que se ajusta a la realidad de cada lugar. Por ejemplo, un país con altos índices de malnutrición, necesitará aumentar el consumo de carne entre su población. Sin embargo, la OCDE y la FAO (el organismo de la ONU para la alimentación), advierten en su informe Perspecticas Agrícolas 2020-2029 de que los niveles de ingesta de carne en los países ricos «se acercan a la saturación». Esto no quiere decir que tengamos que eliminar la carne de nuestros platos, pero sí reducirla e intentar que la que comamos proceda de ganadería respetuosa.

¿Cómo podemos saber el impacto medioambiental de nuestro consumo de carne? No es sencillo. Requiere tiempo para informarnos y fe. Mucha fe en que los organismos reguladores hacen bien su trabajo a la hora de controlar a quién se otorga los sellos de calidad. Para guiarnos por el laberinto de las etiquetas alimentarias y que no nos parezcan jeroglíficos, la Organización de Consumidores y Usuarios ofrece esta guía.

Alimentación sostenible

Afortunadamente, cada día son más las instituciones y ONG que analizan este problema. Podemos consultar el impacto de muchos alimentos gracias al trabajo realizado por el Observatorio de la Huella de Carbono, que ofrece también una calculadora de huella de carbono para analizar nuestro consumo, en general. La calculadora desarrollada por WWF sí está centrada exclusivamente en evaluar la sostenibilidad de nuestra alimentación. (Puedes consultar en este artículo cómo reducir tu huella de carbono).

Alimentos de temporada

Para reemplazar la carne en nuestra dieta, lo ideal es aumentar el consumo de frutas, verduras y legumbres. Y hacerlo con alimentos de temporada. En primer lugar, por favorecer el comercio local que, además del beneficio económico que reporta, resulta menos contaminante al requerir menos transporte. En segundo lugar, porque es más probable que una fruta de temporada no proceda de invernaderos y sea menos transgénica.

Por tanto, volviendo a la propuesta de WWF de ajustar la dieta al lugar de residencia, este aumento del consumo de fruta y verdura será más sostenible si en lugar de comprar, por ejemplo, una piña de Costa Rica, adquirimos naranjas nacionales. Para potenciar ese comercio local existen grupos de consumo colectivo. Están formados por personas que compran directamente al agricultor o productor. Al acabar con los intermediarios, se logran precios más asequibles y se elimina parte del envasado y de la contaminación por transporte. Para recurrir a estos grupos, sí es necesaria una buena planificación, que además puede ayudarnos a reducir el desperdicio alimentario.

Si esta opción no nos convence, no pasa nada. También hay opciones de hacer nuestra alimentación más sostenible acudiendo al supermercado o a las tiendas del barrio. En este caso, nos toca fijarnos en las mencionadas etiquetas. Además de la proximidad, es importante que los alimentos sean lo menos procesados posible.

Los procesados

El proceso de producción de un alimento normalmente conlleva: un impacto ambiental por la elaboración en sí misma; otro por el envasado y su conservación, y otro por la cadena de transporte. Además de la pérdida de valores nutricionales. Por eso es mejor favorecer los alimentos frescos.

De nuevo, esto no implica demonizar los procesados y expulsarlos de nuestras vidas. Un yogurt, un queso o un jugo de naranja natural son productos procesados, y no por ello hay que desterrarlos de nuestras neveras. Pero aquí es donde viene el acto de fe: nos toca confiar en que cuando la etiqueta indica «de cultivo ecológico», o expresiones similares, no estamos pagando más por lo mismo. Una regla de tres bastante sencilla es favorecer los productos con menos ingredientes. Es decir, ese zumo de naranja —natural, exprimida, sin conservantes y de cultivo ecológico y nacional— va perdiendo puntos si suma, por ejemplo, guayaba (adiós a la proximidad).

En cualquier caso, siempre va a ser mejor si lo exprimimos nosotros. Aunque el estrés y los trabajos basura no siempre nos lo permiten. Igual que a menudo nos empujan a comprar precocinados. En estos casos, es mejor recurrir a locales de comida casera a domicilio favoreciendo, cuando se pueda, entregas sostenibles.

Hay múltiples formas de orientar nuestro carrito de la compra hacia la sostenibilidad; tratar de abarcarlas todas de un día para otro puede resultar abrumador. Sin embargo, cualquier pequeño cambio en este sentido puede tener una gran repercusión en el planeta si lo hacemos muchos. Se trata de aprender a comer sin devorar el planeta.