Nos despertamos, apartamos las sábanas y nos enfundamos en unos vaqueros; vamos al baño y usamos jabón; en la cocina, lavavajillas… Nos hemos acostumbrado a vivir rodeados de textiles artificiales, productos de limpieza o alimentos cargados de pesticidas, por no hablar de los materiales con los que están construidas nuestras casas; pero los residuos que dejan todas estas sustancias en el ambiente pueden resultar nocivos para nuestra salud. Por eso te traemos cinco alternativas con las que reducir los tóxicos en el hogar.
A la hora de hacer la colada
La ropa ya puede, por sí sola, ser un foco de sustancias contaminantes. En el día a día las prendas se desgastan y desprenden partículas que se quedan en el aire. Así, cuanto más artificial es el tejido —varios incluso se fabrican con plástico reciclado, como algunas equipaciones deportivas—, peor para nuestra salud. Por eso siempre es aconsejable optar por materiales naturales.
Además, la mayoría de la ropa tiene tintes. Ergo, más sustancias nocivas. El proceso para teñir la ropa es de por sí contrario a la sostenibilidad (los vaqueros son un buen ejemplo de ello), pero encima esas tinturas pueden contaminar luego litros de agua cuando las echamos a la lavadora. Para evitar que las prendas pierdan color, lo ideal es introducirlas en agua fría con sal antes de lavarlas por primera vez.
Y luego llega el lavado, con sus detergentes y suavizantes. Estos productos pueden tener sustancias químicas nocivas (formaldehído, xileno y ftalatos, entre otros) que causan irritación cutánea, alteraciones del sueño… Por eso es aconsejable sustituir los detergentes por jabón natural. Si te atreves a hacerlo tú, puedes incluso añadirle aromáticas como lavanda o rosas para reemplazar también a los suavizantes.
El bicarbonato es un antical natural, al igual que el vinagre. Este último también puede acabar con ese olor a humedad que a veces se queda a vivir en las toallas: lávalas con un ciclo corto, agua muy caliente y un chorreón de vinagre.
También en la ducha
Quien dice ducha, dice lavado de manos, cara… Un exceso de sustancias químicas puede resultar nocivo para nuestra piel. Por tanto, lo ideal es recurrir a jabones naturales (o caseros) para sustituir a los de manos, cara, geles y champús. De hecho, hay una corriente incipiente de productos bio para el pelo y la ducha entre los que se encuentran las mascarillas 3 en 1. Es decir, el mismo producto hace las veces de champú, acondicionador y mascarilla. Es una alternativa muy recomendable para aquellos con dermatitis atópica en el cuero cabelludo.
Tras la ducha, podemos llenar un balde con agua y un chorreón de vinagre e introducir el pelo para darle brillo (no temáis, no nos va a oler el cabello a ensalada). Como fijador natural, tenemos el limón.
Productos de limpieza
Una breve guía elaborada por el California Childcare Health Program afirma que muchos productos de limpieza tienen compuestos orgánicos volátiles que se evaporan con facilidad, pudiendo llegar a nuestros pulmones. Tanto es así que el proyecto Hogar sin tóxicos ha elaborado una petición en la que propone a las administraciones 12 puntos para mejorar la regulación de la fabricación de productos tóxicos, así como su uso.
Una vez más, el gran protagonista como alternativa es el jabón natural o casero. Puede sustituir al lavavajillas o incluso a los productos para baños que, según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), se encuentran entre los productos más tóxicos. Al inicio de la pandemia de covid, el Centro Europeo para el Control de Enfermedades recordó que limpiar con jabón suele ser suficiente para «eliminar la mayoría de las partículas de virus de las superficies». Es decir, que no hacen falta métodos más agresivos.
Aun así, si decidimos que queremos mantenerlos, diferentes ONG, además de la mencionada guía, recomiendan optar por limpiadores elaborados con ingredientes naturales o biodegradables; y usarlos siempre en la menor cantidad posible.
Otro gran aliado es el vinagre blanco, que puede ser utilizado como antical —al igual que el amoníaco— o limpiacristales.
La guerra de los olores
Otro de los productos señalados en la guía de la OCU como muy peligrosos son los ambientadores. «Contienen disolventes que son potencialmente nocivos para la salud, pues pueden provocar o empeorar el asma, bronquitis, migrañas…», señala la organización. Ni que decir si además vienen en formato aerosol.
En su lugar podemos usar bicarbonato, que es un devoraolor natural. Basta con poner una cucharada, por ejemplo, dentro de las zapatillas o en el fondo del cubo de la basura. Para la nevera, lo ideal es un tarrito con café molido (sí, valen los posos de la cafetera).
Pero si lo que queremos es aportar olor a nuestro hogar, tenemos la opción de recurrir a esencias naturales. Por ejemplo, aceite del árbol del té. Además, podemos poner unas gotas de estos aceites esenciales en el agua con la que fregamos el suelo o limpiamos los muebles. Ojo, una o dos gotas para un cubo de agua, o ensuciaremos en lugar de limpiar.
Echar los tóxicos por la ventana
Gran parte del polvo que se amontona en nuestras casas procede de la degradación de nuestros muebles y textiles. Es decir, que parte de las partículas en suspensión en el ambiente procederán de pinturas, plásticos, metales… Para más inri, se le suman los restos de productos que se evaporan con facilidad como colonias, productos de limpieza, desodorantes, disolventes…
Un estudio liderado por el químico Jonathan Abbatt, de la Universidad de Toronto, concluía que ventilar durante media hora reducía en gran parte la acumulación de estas sustancias tóxicas.
Otra opción, y además decorativa, es comprar algunas macetas. Determinadas plantas tienen la capacidad de captar sustancias nocivas del aire y neutralizarlas, aportando así su grano de arena en la reducción de los químicos ambientales.
Al final, lo más natural siempre es la mejor opción.