¡La impresión 3D sigue creciendo! Desde tours virtuales hasta planos arquitectónicos y promociones inmobiliarias, pasando por objetos prácticos y decoraciones personalizadas y caseras. La impresión 3D está en auge, aliándose con la ecología y alineándose con la sostenibilidad.
Visualización y rapidez y amplitud y recorridos interactivos de alta calidad; así es la carta de presentación de toda impresión 3D. Una suma de suculentas ventajas que al apostar por la arquitectura y por la creación de nuevos edificios promete mueblerías, diseño e interiorismo, haciéndolo además en letras muy, muy grandes. Pero empecemos por el principio.
¿Qué es la impresión 3D?
Presente en casi todos los ámbitos de la sociedad, es un claro ejemplo de cómo la tecnología puede llegar a mejorar la calidad de vida de las personas. Por algo se dice, y con justicia, que la impresión 3D elimina barreras, absorbe dificultades, se adapta a múltiples criterios de la integración.
Bautizada entre sus profesionales como fabricación aditiva, e inventada a principios de los ’80 por el japonés Hideo Kodama, se trata de una técnica que rechaza los métodos tradicionales de sustracción, como sí hace el fresado CNS, por ejemplo. Esta técnica prefiere coger un material o varios, dividirlos y colocarlos unos encima de otros en una espiral de cientos de capas, para después iniciar un proceso que culmina en la creación de un objeto con altura y longitud, anchura y profundidad, solidez y textura.
En 1983 Charles Hull hizo lo que hasta entonces parecía de ciencia ficción. Elaboró el primer dispositivo capaz de reproducir pequeños objetos. Era un utensilio que recurría a la luz ultravioleta para endurecer un polímero líquido basandose en datos digitales.
La impresión 3D es, en otras palabras, tomar una idea y modelarla en tridimensionalidad. Se trata de coger gráficos 3D y darles volumen y convertirlos en objetos físicos con la ayuda digital para luego inyectarles precisión, aderezarles versatilidad. Una fórmula de innovación que ha permitido que el pistoletazo de salida de esta tecnología en auge, la cual se remonta a poco más de 40 años atrás, haya entrado de cabeza en los archivos de la historia.
Poco queda de su lenta y costosa técnica inicial, o al menos así lo recoge Performance Review Institute (PRI) en su cronología de este material. Según esta organización internacional, los avances tecnológicos y enormes en este campo han transformado este formato en un recurso asequible y rápido. Así que ya es un sinónimo de herramienta útil y bastante ventajosa.
En suma, se trata de un modelado que tridimensiona las imágenes y se abre a la simulación, tal y como subrayan desde la plataforma ‘3DEXPERIENCE Marketplace Make’, de Dassault Systèmes’. Según este servicio de impresión 3D en línea, este plus permite que uno pueda hacerse una idea clara y realista de lo que se busca esbozar.
En el entorno de la educación y la automoción, en el mundo aeroespacial y sanitario, en el ámbito médico y energético, en el sector del gas y del petróleo y del entretenimiento, la impresión 3D ya nos rodea. De hecho, puede decirse que apostar por su imagen es firmar por la adaptabilidad y la rapidez. Se favorecen de esta manera una reducción de los costes a escala y de los tiempos de comercialización.
¿Cómo funciona exactamente la impresión 3D?
Digamos que en la realización de esta herramienta entran en juego un software específico y un modelo digital, que luego el mismo programa se encarga de cortar en cientos de capas muy, muy finas, sumarlas y superponerlas, hasta convertirlo en un formato de código G. Lo traduce en un lenguaje que la impresora transforma en señas que colocan el material fragmentado, haciéndolo con total precisión.
Hablamos de una tecnología asistida por ordenador, pero que además acumula una amplia gama de posibles superficies en su lista de producción. Esto le permitiendo así poder imprimir con casi cualquier material (siempre y cuando haya sido debidamente tratado a tal fin, por supuesto). Resina y madera, nilon y metal, alimentos y fibra de carbono, cerámica y hormigón y termoplásticos, células vivas y elementos orgánicos… etc.
Una lluvia de oportunidades que en el sector de la construcción va más allá. Se mezclá con innovación hasta dar formatos especiales de hormigón, en los que luego se moldean puentes y cimientos, esculturas y un sinfín de estructuras de exterior. ¿De qué manera? Durante el proceso del diseño de un edificio y en la superposición de capas de cemento, sin ir más lejos.
¿Cuáles son las ventajas de la impresión 3D?
Emergente y revolucionaria, ejemplar y innovadora. Esta fábrica de diseño con volumen suma muchos y muy variados beneficios a su favor. La rapidez y la eficiencia son dos de sus apuestas más incuestionables; y la visualización completa en tres dimensiones, su emblema más característico.
Una lista de ventajas a la que también se suma la fabricación de objetos personalizados. Hay que mencionar la oportunidad de producir diseños únicos y en un plazo de tiempo muy corto, y todo a un coste mucho más ahorrativo.
Hoy en día la impresión 3D está presente en todo tipo de materiales industriales. Una cualidad pragmática y adaptable que no hace sino evidenciar y afianzar su capacidad versátil y polivalente, logrando con todo ello que la velocidad y el precio reducido valgan la pena. Y que la libertad de diseño, la reducción de riesgo y el gen práctico que personifica a este formato salgan muy bien parados.
Hablamos de cualidades únicas que recoge y resalta la ISO (International Organization for Standardization). Es una de las instituciones que firman el manual de características que debe cumplir una pieza certificada con impresión 3D, documento dirigido a proveedores. Una certificación que, entre sus puntos claves, presume de sostenibilidad. Ahora bien… ¿Cuánta verdad hay en todo esto?
¿Sostenible o no sostenible? Deshojando la margarita de la ecología de la impresión 3D.
Entidades como la ya citada ISO aseguran que este formato de diseño tridimensional sea una herramienta decisiva para favorecer el reciclaje, especialmente cuando se trata de plásticos y demás residuos con un alto índice de contaminación medioambiental.
Una tecnología que cada vez se está mostrando más autosuficiente y circular, cualidad que puede verse en el modo de trabajar de las impresoras 3D. ¿De qué manera? Porque utilizan filamentos plásticos durante su proceso de adición de las capas que componen su diseño, llegado el momento de crear esos objetos ideados. Los plásticos que se usan durante la producción de esos filamentos muchas veces son totalmente nuevos, pero no son pocas las máquinas que optan por reutilizar y rescatar los ya usados. ¿Un claro ejemplo de esto? El PET, mismamente, utilizado en envases de plástico no biodegradables como las botellas, y al que la industria 3D no deja de recurrir.
Si se tiene en cuenta que la sostenibilidad es la capacidad de un sistema de mantenerse a sí mismo con el paso del tiempo, la impresión 3D ya ha dejado claro su intención de seguir por esta línea.
Utilizándola con responsabilidad y ética, pensar en esta tecnología como en un método de disminuir residuos no es descabellado, ni mucho menos. El británico Vital Auto, ha demostrado su capacidad de reducir el impacto ambiental promoviendo un empleo eficiente de sus propios recursos.
Según muchos indicios recopilados por la PRI o Performance Review Institute y por la ISO o International Organization for Standardization, la impresión 3D tiende a incluir a los materiales biodegradables o reciclados en su lista de herramientas a usar. ¿De qué manera? Creando objetos que prometen poder desmontarse con facilidad, por ejemplo, reciclándolos además más adelante, si fuera preciso.
Una capacidad de sostenibilidad que está muy presente en varios ámbitos de la impresión 3D, ya sea en la medicina como en la fabricación, mejorando la sostenibilidad de otros campos como la ingeniería y la propia arquitectura.
Aplicaciones sostenibles que auguran llegar a impactar significativa y positivamente el consumo de recursos a nivel social.