El arte yace de manera intrínseca en el ser humano, ya sea a flor de piel o en lo más recóndito de su ser. Está presente en nosotros desde la prehistoria y ha sido clave para documentar la historia de las diferentes sociedades y culturas a través del tiempo. Según la RAE (Real Academia Española), es la manifestación de la actividad humana que interpreta lo real o plasma lo imaginario con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros.
Es, entonces, una interpretación única, de cada individuo, que toma forma y halla la manera de expresarse a través de distintos elementos, e incluso experiencias. No tiene porque entenderse a primera vista, no tiene que encajar en los parámetros de belleza, más bien debe provocar emociones al espectador, invitarle a adentrarse en nuevos mundos, nuevos puntos de vista, pero, sobre todo, tiene la asombrosa capacidad de expresar más allá de lo racional.
El arte deriva de un deseo de la persona para comunicarse con otro
-Edvard Munch
Cada artista busca la manera de comunicar, de ser, con los medios que maneja. Algunos lo harán con la música, otros con el baile, la pintura o escritura. Pero ¿Qué sucede cuando van más allá de lo establecido, cuando su creatividad necesita de otros medios para expresar lo que quieren decir? Medios fuera de lo ordinario que permiten crear obras innovadoras y que demuestran la inmensa diversidad de la palabra arte. Aquí, algunos artistas que han encontrado su voz experimentando con implementos no convencionales que otorgan a su arte una distinción y declaración única para encontrar formas alternativas de hacer arte. Más allá de la técnica, todos ellos buscan la manera de aportar su visión y enviar un mensaje entorno a la naturaleza.
David Popa
Nacido en Nueva York, pero radicado en Finlandia. Estos lugares se encuentran en sus formas alternativas de hacer arte, que conjuga el arte callejero de las ciudades en superficies orgánicas propias de la naturaleza.
Inspirado en el trabajo de su padre con el graffiti, en el arte callejero y el muralismo, Popa ha desarrollado su propia versión de este arte. Sus obras a gran escala no tienen como base muros urbanos sino espacios salvajes, cambiantes y desafiantes que dependen de las condiciones climáticas como la luz, el viento o el agua.
Sus obras también se inspiran en el arte rupestre, considerándose a si mismo como un paleopintor. Así, utiliza pigmentos naturales que respetan el entorno en el que trabaja tal como lo hacían hace miles de años: carbón vegetal, conchas molidas, pigmentos terrestres. Una técnica que le llevó años de experimentación lograr y que hoy impregnan de destreza los lugares más remotos.
Su arte es tan efímero que puede durar tan solo unos días antes de volver a la naturaleza. Por ello, Popa documenta su trabajo a través de fotografías y vídeos con la ayuda de drones. Esos permiten registrar su obra desde el comienzo hasta el final, pasando por todas las adversidades y retos que implican los elementos de la naturaleza.
Si bien resulta impactante a simple vista, tras conocer el mensaje su impacto es aún mayor. Resulta conmovedor el poder de la naturaleza frente al ser humano. Nos recuerda nuestro paso fugaz por el planeta, nuestra mortalidad, nuestra breve existencia. Y, con ello nos cuestiona acerca del papel que cumplimos en medio de todo esto, la huella que estamos dejando en el ecosistema. Resalta nuestra conexión con la naturaleza y nos invita a disfrutar de sus misterios y reflexionar sobre el daño que deja -y no debería dejar- nuestro paso.
Henrique Oliveira
El trabajo de este artista brasileño fluctúa entre la pintura y escultura, con obras tridimensionales que lo convierten en un artista de instalación. Obras que te permiten adentrarte entre sus paredes, bajo imponentes estructuras que reflejan lo complejo de su minucioso trabajo: finas tiras que corta de material sobrante y que luego superpone una por una para dar vida a sus obras.
La madera es su material por excelencia para crear formas alternativas de hacer arte, curtido en él quizás por el oficio de carpintero de su padre. Así, recurre a este elemento para desarrollar suntuosas estructuras orgánicas que referencian a la naturaleza.
Su arte es una declaración de intenciones que empieza desde el momento en que recolecta su material. Un material de lo más humilde, con el que construye a partir de piezas destinadas a la basura. Desechos que adquieren propósito en ambiciosas obras de arte que surgieron tras experimentar con planchas encontradas en contenedores de basura en Sao Paulo. Planchas de distintos colores, marcadas por el transcurso del tiempo y las características de su entorno. Planchas que fueron utilizadas en construcción o a modo de bloqueo para restringir el ingreso a terrenos baldíos. A estos debe el nombre de su primera serie donde otorga protagonismo a eso que estaba destinado para ocultar.
A partir de esa serie ha creado múltiples instalaciones donde la naturaleza contrasta con la intervención humana, conquistándola. Bosques que emergen de columnas, troncos que salen de ventanas de edificios, que rompen paredes, que transforman los espacios de donde habían sido desplazados por la acción humana. Con ellas, busca criticar nuestro actuar y no dejarnos indiferentes al poder de la naturaleza. Aquella que deberíamos esforzarnos por conservar, y no conquistar como se ha hecho durante siglos, tal como él mismo afirma.
Aurora Robson
Para esta artista nacida en Toronto, el plástico es su principal instrumento. Durante las últimas dos décadas ha venido transformando desechos plásticos en grandes esculturas orgánicas. Denotan gran movimiento y se muestran imponentes y delicadas al mismo tiempo, tal como la naturaleza.
Es así, que con su arte busca poner en la mira la contaminación plástica y el manejo de desechos creando formas alternativas de hacer arte. La velocidad a la que se consume y se produce el plástico resulta preocupante para el futuro del planeta, y Robson lo tiene bien claro. Considera al plástico como una pesadilla global y al arte como el lenguaje que le permite hablar de este problema y abordarlo desde una perspectiva menos negativa, de hallar potencial y crear a partir de una cuestión que es difícil de soportar.
De formas oníricas, sus esculturas reflejan la mutabilidad de los sueños en pesadillas y de las pesadillas en sueños. Parte de la idea de cómo convertir algo que le asusta en algo agradable. Transformar esta pesadilla global y convertirlo en algo un poco más agradable. Y, el problema del plástico es sin duda una pesadilla de la que todos quisiéramos despertar.
Su trabajo abarca múltiples métodos de intervención, en los que ha estado explorando, experimentando e investigando constantemente. Su desafío reside en concientizar a las personas en el uso de este material, en invitar al diálogo y reflexión de cómo nuestra sociedad ha generado desechos de manera compulsiva y cómo esto repercute en el ambiente y en nuestra salud.
No busca aumentar el uso de este material ni formar parte del pequeño porcentaje de plástico que se recicla. Al contrario, busca reutilizar ese gran porcentaje de plásticos que permanecen en el ambiente por años.
Tampoco quiere contribuir a la idea de que esta bien desechar si después se va a reciclar. En esta época del Antropoceno debe haber un compromiso de buscar la manera de generar la menor cantidad de residuos posibles y actuar con determinación.
Creó el Proyecto Vortex con el objetivo de desarrollar una comunidad que trabaja e innova entorno a la problemática del plástico, compartir conocimientos y ayudarse mutuamente entre los distintos artistas que trabajan con este material. Con este proyecto buscan también implementar planes de estudio, en universidades e instituciones, para que se desarrollen habilidades y perspectivas.
