Antes de lanzar una cruzada contra la inteligencia artificial, intentemos reflexionar sobre sus aspectos controvertidos. La inteligencia artificial puede desempeñar un papel clave para ayudar a afrontar grandes retos de naturaleza compleja. Muchos estudiosos están convencidos de ello.
Aunque su uso no esté exento de posibles riesgos. Es cierto que la inteligencia artificial puede favorecer la realización de procesos virtuosos, pero también es cierto que tiene costes considerables en términos medioambientales, sociales y económicos.
¿I.A. aliada de la sostenibilidad?
Por tanto, que la IA pueda ser realmente una aliada de la sostenibilidad dependerá de varios factores. En términos teóricos, la inteligencia artificial puede adquirir un papel fundamental en todos aquellos ámbitos en los que problemas muy complejos requieren el examen de una gran cantidad de datos. Y, como resultado, es difícil tomar decisiones basadas en pruebas.
Pensemos, por ejemplo, en la construcción de una ciudad inteligente, donde la cantidad de datos que hay que analizar es colosal. La IA puede intervenir en la creación de modelos basados en los datos recogidos, armonizando también la contribución de seres humanos expertos en la materia.
Tenemos que ser más inteligentes que la inteligencia artificial
La inteligencia artificial no es como la humana
Por consiguiente, está claro que la inteligencia artificial no es inteligencia humana. En un futuro próximo podría haber dos grandes riesgos. El primero es el de dar demasiado poder a las máquinas. Hasta el punto de delegar en ellas para que tomen decisiones en nuestro nombre. El segundo es una utilización oscura de las mismas por parte de quienes controlan las máquinas y las infraestructuras.
Pero quizás aún más importante (como afirma Federico Faggin), es que » tenemos que ser más inteligentes que la inteligencia artificial”. Y el hombre tiene sin duda el potencial para serlo, ya que está dotado de conciencia
Según Faggin, «la conciencia no es un algoritmo, sino creatividad. La máquina es un sistema puramente determinista. En el que el estado siguiente está totalmente determinado por el estado anterior. Hay posibilidades en el futuro que van mucho más allá de la inteligencia artificial y el algoritmo».
Según Faggin, «la conciencia no es un algoritmo, sino creatividad. La máquina es un sistema puramente determinista. En el que el estado siguiente está totalmente determinado por el estado anterior. Hay posibilidades en el futuro que van mucho más allá de la inteligencia artificial y el algoritmo».
Posibilidades y riesgos
Así que puede decirse que las posibilidades positivas de la inteligencia artificial son enormes. Pero también lo son las posibilidades negativas. Por eso tenemos que ser «más que la máquina». Debemos utilizar nuestra humanidad. Y esto requiere un esfuerzo individual.
Cuando nos encontramos ante el problema de la sostenibilidad, alcanzamos rápidamente una escala de complejidad muy elevada. La intersección de economía, medio ambiente y sociedad requiere interpretaciones complejas. Es entonces cuando el uso de la IA se vuelve crucial.
Pero, en concreto, ¿cómo puede ayudarnos este soporte tecnológico a afrontar los retos que impone la sostenibilidad? Junto a las indudables ventajas que puede aportar la IA, también hay riesgos en los que se puede incurrir. ¿Cómo pueden afrontarse? ¿Cómo conseguir que los sistemas de IA sean fiables?
¿La I.A. máquina distópica?
Según el diseñador británico Neville Brody, mucha gente solo veía la transición a lo digital como un cambio material. «No creo que se dieran cuenta de que la forma en que interactuábamos con los contenidos cambiaría tan drásticamente. Ya no tenemos esa libertad de expresión. Todos los contenidos pasan por la misma máquina de hacer salchichas». Eso es reducir demasiado la complejidad.
Algunos expertos también señalan que para 2030 alrededor del 10% de la población activa mundial tendrá que cambiar de trabajo aprendiendo una nueva profesión. Este proceso (en curso) conduce a un aumento de la polarización de los ingresos y a un incremento del desempleo. La inseguridad económica es, por tanto, una amenaza real que puede conducir a una pérdida de confianza en las instituciones y a un malestar generalizado con el sistema.
También hay que decir que la inteligencia artificial se caracteriza por la concentración. Actualmente, la IA está dominada en su totalidad por las grandes empresas tecnológicas.
Los posibles daños de la I.A.
¿Puede la inteligencia artificial causar daños medioambientales? Parece que sí, precisamente por el consumo intensivo de recursos. Un estudio de 2019 descubrió que el hardware de la I.A. requiere mucha energía. Según los expertos, entrenar un solo modelo de inteligencia artificial produce 300.000 kg de emisiones de CO₂. Eso es cinco veces las emisiones, durante toda su vida útil, de un coche de combustión interna. Y el entrenamiento de los modelos es solo un aspecto.
La infraestructura de la inteligencia artificial también es una fuente de emisiones. Así que existe un riesgo medioambiental real. Pero no es solo eso. El mayor riesgo afecta a la sociedad humana. Federico Faggin, en su libro “Irreductible”, aborda la cuestión en sentido más amplio. En lo que respecta a la vida y la conciencia, ninguna máquina podrá nunca sustituir completamente al hombre. Solo podría ocurrir en un futuro distópico, con un uso nocivo, y, por tanto, insostenible, de la tecnología.
Para más información: Federico Faggin; “Irriducibile”
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