Cada compra que hacemos por internet o envío de paquetería puede resultar muy contaminante. Según el Ministerio para la Transición Ecológica, el 25% de las emisiones de gases de efecto invernadero en España proceden del sector transporte. Podemos hacer más sostenibles esos clics atendiendo no solo al precio del servicio, sino también al tipo de embalaje que usamos; la ética de la empresa que elegimos o acudiendo a por nuestro paquete a un punto de recogida.
Esta es una guía para hacer nuestros envíos y compras más sostenibles y algunos ejemplos de prácticas más sostenibles que ya están en el mercado:
La planificación es esencial
Programar con antelación nuestros envíos nos permite juntar varios bultos en un mismo paquete o compra; con lo que reducimos la cantidad de embalaje que empleamos y los desplazamientos de entrega. Aun así, si nos resulta inevitable hacer envíos a última hora, siempre podemos optar por empresas que hagan las entregas de forma ecológica. Como por ejemplo, con flotas eléctricas, en bicicleta, patinete o a pie; como ofrece la empresa Jets en Barcelona.
El embalaje
En este punto priman las tres erres que nos enseñaron de niños: reducir, reutilizar y reciclar. La plataforma Empresas por la Movilidad Sostenible alerta de un incremento del 15% en los residuos domiciliarios derivados del empaquetado del comercio electrónico. Así, utilizar en nuestros envíos o devoluciones el embalaje de otros productos que normalmente acabarían en el contenedor azul (como cajas de zapatos o de vino) y reciclar aquellos envoltorios a los que no podamos dar una segunda vida (como el papel de regalo rasgado de estas Navidades) son pequeños gestos que pueden tener un gran significado.
Si nada de lo que tenemos por casa nos hace el apaño, existen envoltorios reciclables y fabricados con materiales sostenibles. En esta línea, Correos ofrece sobres y cajas con los que se contribuye además a proyectos de prevención de incendios y preservación de la biodiversidad. Por cada embalaje vendido, la empresa destina 0,05 euros a la ONG WWF.
Dime con quién andas…
Las compras por internet llevaban años creciendo y tomaron más impulso aún con el confinamiento decretado para frenar la pandemia en marzo de 2020. La patronal del transporte UNO preveía en octubre que en Navidad y el Black Friday se alcanzaran los 106 millones de envíos. Esto es un 7% más que en el mismo periodo de 2020. Dado que esta forma de consumo ha llegado para quedarse; hay prácticas que ayudan a que la comodidad del clic no implique un aire más contaminado.
Por un lado, tenemos la posibilidad de buscar siempre el comercio de proximidad, que además de ser menos nocivo para el medio ambiente impulsa los negocios locales. Por el otro, podemos favorecer aquellas firmas que intentan reducir la huella de carbono en el transporte de su mercancía. Algunas muestran en sus webs distintivos que reflejan este esfuerzo. Un ejemplo es el sello de Entrega Sostenible que la plataforma Empresas por la Movilidad Sostenible lanzó en el marco de la European Green Week. Con ese distintivo, compañías como Decathlon o Nacex se comprometen no solo a perseguir un envío sostenible, sino a fomentar un consumo responsable por parte de sus clientes.
Con quién se contrata el servicio de transporte es otro factor a tener en cuenta. La llamada última milla (el último paso del proceso, la salida del paquete del almacén o tienda y su entrega al consumidor) es uno de los mayores desafíos del sector para disminuir su impacto ambiental. Del mencionado 25% de emisiones causado por el transporte, el 95% se genera en carreteras. Además, de la contaminación acústica que genera la mayor densidad de tráfico en las ciudades.
Algunas empresas de transporte han comenzado una transición a flotas más sostenibles —Correos, por ejemplo, anunció en octubre una incorporación de 500 vehículos eléctricos a su parque—, y otras optan por las entregas en bicicleta, patinete o incluso a pie. En este último grupo se encuentra Koiki, un proyecto que además de una motivación ambiental tiene una social: emplean a personas vulnerables para realizar las entregas.
Esta última opción se ha abierto paso en los últimos años especialmente en el sector del reparto de comida. Sin embargo, los conocidos como riders sufren en muchas ocasiones condiciones laborales que pueden desincentivar que nos decantemos por esta opción. Para sosiego —y gozo— de muchos, ya comienzan a florecer empresas con esta misma filosofía ecologista y sin esas otras sombras. En Madrid, La Pájara ofrece repartos en radios de tres kilómetros del restaurante para impulsar el comercio local y asegurar una entrega eco.
Caminar también es bueno para la salud
Por último, si tenemos tiempo, podemos optar por pedir que dejen nuestra compra en un punto de recogida, los llamados checkpoints, en lugar de pedir que nos lo traigan a casa. No hay mejor manera de contribuir a reducir la contaminación de la última milla que eliminándola.
No siempre podremos hacerlo todo y habrá otras ocasiones en las que, incluso, no podamos seguir ninguno de estos pasos. Pero interiorizarlos e intentar aplicarlos en nuestro día a día, es lo que suma. O, en esta ocasión, lo que resta: menos emisiones y contaminación.