Vestidos de espectáculo y diversión, los conciertos en la playa perjudican al ecosistema y al planeta. Y es que no siempre son sostenibles, y definitivamente contribuyen a destruir la calidad del mar. ¿Cómo? ¡Veámoslo!
Concierto en la playa. Foto: Wendy Wei.
Un cóctel de contaminación
Focos de luces, música en vivo, gritos de euforia y brincos por doquier. No cabe duda de que los eventos musicales son muy emocionantes e incluso enriquecedores, y más si se disfruta con amigos o familiares. ¿Y qué decir cuando el telón de fondo es el propio océano? El murmullo de las olas, el olor a salitre, la brisa en la cara, la arena entre los dedos y la música de la banda fundiéndose con la voz del mar… Toda una delicia, indiscutiblemente.
Una delicia que se convierte en pesadilla cuando se trata de medir sus efectos en el medio ambiente. ¡Y quizá sea esta, precisamente, la auténtica canción que toca ahora conocer, explorar y difundir! Por algo mucha es la literatura académica que se ha tomado la molestia de testimoniar cómo cada uno de esos conciertos en la playa supone un mar de problemas. Algo que por cierto hizo Nando Cruz a nivel general de estos eventos en su libro «Macrofestivales, el agujero negro de la música». Un peligro que pone en riesgo la seguridad de los asistentes, a veces; y que tampoco deja indemne al medio ambiente. Pero vayamos al grano y hablemos de las pruebas.
De la contaminación acústica a la basura en el mar
¿Sabías que en 2022 la industria de los espectáculos en directo facturó 459 millones? Y eso solo en la venta de entradas, suponiendo casi un 200% más que el año anterior. Un crecimiento que también alcanzó al turismo musical, según datos del Anuario de la Música en Vivo de 2023, difundido por la APM, la Asociación de Promotores Musicales. Un índice que ayudó a la industria a recuperar los niveles pre-pandemia, y que implicaron muchos festivales al aire libre y a orillas del mar.
Son inolvidables, pero también costosos, y no a nivel empresarial, precisamente. Para muchos expertos, el principal problema de los conciertos en la playa es el daño y el riesgo que suponen para la flora y la fauna del mar. Una postura que tiene mucho sentido si se tienen en cuenta los brincos y las pisadas de multitud. Pasos invasivos que alteran y hieren a la vegetación costera. Hablamos de plantas que tardaron años y años en crecer, y que en el transcurso de unas horas, si es que no en minutos, acaban muriendo y desapareciendo, aplastadas bajo tanto peso humano.
Una actitud abusiva contra la naturaleza, qué duda cabe, a la que también se suma el efecto de los intensos focos y del sonido a todo volumen. Por cierto. las Intrusiones sonoras y luminosas confunden y trastocan a las especies del lugar; o más exactamente a los hábitos de dicha fauna. ¿De qué manera? Cambiando (y para mal) el menú de su alimentación, por ejemplo. Alterando su ritmo de apareamiento y reproducción. E incluso estropeando sus tiempos de sueño y descanso, sin ir más lejos.
Es el caso de esas aves que huyen de sus nidos y de su entorno conocido, en un afán de escapar de las luces brillantes, la música a todo volumen y las vibraciones. Después de todo, existe algo que se llama contaminación acústica. Un problema que, en forma de sonido amplificado, viaja por el aire y por el agua hasta recorrer grandes distancias desde el punto de origen, perturbando a su paso a esa vida afincada bajo el mar.
Es así como los pájaros, los peces y demás aves y criaturas submarinas se ven obligadas e impulsadas a modificar sus patrones de comportamiento. Una contaminación sonora y lumínica cuyos efectos van a más y a peor.
Otra de las graves secuelas que causan los conciertos en la playa es la basura que generan y dejan a su paso los asistentes. Algo que salta a la vista (y al olfato). Una huella de deshechos que reduce a la arena a un campo de batalla, lamentablemente, con latas de bebida por ahí, botellas de plástico o vidrio por allá y envoltorios de comida por acullá.
Residuos que afean el paisaje natural de las playas, desde luego. Pero que además representan una amenaza para la fauna marina, sin exagerar. ¿Y por qué, exactamente? Dado que los animales marinos pueden acabar comiéndolos, lo que desde luego no forma parte de su dieta natural. O quedar atrapados en ellos, en una red mortal de plástico, papel, aluminio y cristal.
Concierto en la playa. Foto: Daniel Duarte.
El peligroso impacto en el agua y en el suelo
Se dice que la música amansa a las fieras. Pero lo que siempre se calla es que cuando se trata de los conciertos en la playa y demás festivales musicales, enturbia las aguas, revuelve las arenas, e impacta en el ecosistema de las especies marinas. Tanto es así que, de hecho, incrementa las emisiones de gases de efecto invernadero. Lo que a su vez se traduce en el ahogo de la biodiversidad marina.
Y es que entre tanta basura y contaminación y tanta porquería dejada, es imposible no sentarse a pensar cómo afecta todo esto a la fuente más vital y primaria de todo ser vivo: el agua. Una exposición de riesgo que llevó a miradas exhaustivas y expertas que ahondan en la problemática. ¿El resultado? Estudios de esta talla, cuyas líneas ponen bajo análisis y mira de microscopio qué pasa en el suelo y en el agua cuando los conciertos en la playa entran en acción.
Según el consenso de expertos, la afluencia de gente, al menos en cantidades masivas, termina por compactar la pisoteada tierra. Algo que si bien puede parecer insignificante, transitorio e inofensivo, a efectos prácticos esconde algo mucho más grave bajo la superficie. Basta ver cómo estas huellas masivas van abriendo un surco en la fortaleza de la propia arena, para llegar a captar muy bien el alcance y peligro de este problema.
Se trata de una vulnerabilidad que, a su vez, debilita la capacidad de ese suelo, llegado el momento de filtrar el agua. En otras palabras, se produce una erosión. Una corrosión que al sumarse y mezclarse con la cerveza, los refrescos y demás bebidas que se derraman durante el furor de los conciertos se combina y degenera en una amenaza que penetra en la arena.
Líquidos que endulzan el paladar y refrescan la garganta, cierto. Pero cuyos conservantes, azúcares y alcohol vertidos desembocan en el océano, inevitablemente. Un derrame que trastoca y perjudica tanto la calidad del agua como la vida marina. Toda una bomba de destrucción que también representa el tabaco, faltaría más, así como las drogas y demás sustancias nocivas.
Foto: Nguyen Thanh Ngoc.
Conciertos con emisiones de carbono
El consumo de combustible y energía que representan los desplazamientos en vehículos son los principales causantes de las emisiones de gases de efecto invernadero. Así que sería muy iluso e ilógico pensar que este mal contaminante brilla por su ausencia en los conciertos en la playa.
Está muy presente, de hecho. De acuerdo con el estudio de la consultora Green Touring Network, cada persona que asisten a un concierto genera 5KG de C02. Algo que puede rastrearse en los preparativos de tales eventos, sin ir más lejos, aun cuando muchas veces solo sea de manera indirecta. ¿Dónde? En las largas distancias que se suele recorrer para asistir a los eventos multitudinarios en general, y a los conciertos en la playa, en particular. Viajes en coche, avión o barco que disparan la huella de carbono. Y a los que se suman las propias emisiones exhaladas por los equipos de sonido y los generadores, participantes también de estos espectáculos musicales.
Conciertos en la playa: hora de tomar medidas
Son muchas las especies marinas que viven expuestas a un continuo y negativo impacto ambiental. ¿Los responsables? Las personas. O, para ser más exactos, la actividad humana, que en forma de multitud y contaminación y deshechos de plástico se cuelan en sus organismos y amenazan su ecosistema.
Es por ello que de entre todos los problemas antes señalados no exista un modo de ordenar cuál es el peor y el más leve. Después de todo, las consecuencias de cada uno de ellos se miden y contabilizan en muerte y destrucción para el océano, su fauna y su ecosistema. Con todo, nunca es tarde para empezar a actuar. Y aun cuando la problemática es grave, urgente y evidente, alivia saber que todavía se está a tiempo de tomar medidas.
Formas de minimizar las huellas ambientales de los conciertos en la playa que suponen un desafío y, sin embargo, no son ningún imposible. Desde una educación más consciente hasta la reducción de emisión y un aumento del reciclaje… Todo es ponerse manos a la obra. Lo importante, en este cometido, es proteger siempre a la flora y fauna del mar. Porque si todo lo malo se pega, tal y como asegura el dicho… ¿Quién quita que las buenas maneras no pueden ser también contagiosas?
Una idea que ya barajaron John Drury, David Novelli y Stott Clifford en su estudio sobre los rasgos positivos y útiles del comportamiento de masa durante un evento musical al aire libre. El artículo, publicado en Psychology Today, habla además de cuándo se vuelven peligrosas las multitudes en estas situaciones.
¿Una manera para empezar a hacer más sostenibles los conciertos en la playa?
La consultora alemana Green Touring Network lo tiene claro, y en eso se explaya en su Guía universal para compensar la huella de carbono, hecha y pensada para músicos de todo el mundo. En dicho manual se defiende que delimitar áreas sensibles en torno al lugar donde se va a realizar el evento es imprescindible, marcándolas como prohibidas para proteger la vegetación y a los animales.
Una línea de actuación en la que tampoco está de más usar efectos de sonido que minimicen el impacto acústico. U optar por generadores de energía solar o eólica para alimentar el equipo de sonido y las luces. Y lo mismo a la hora de elegir los focos y el resto de materiales lumínicos, por supuesto, siendo preferente escoger las luminosas más suaves o las que utilizan energía renovable. Sí, aquellas que no trastoquen la vida silvestre.
Para los expertos de la consultora alemana, repartir folletos (digitales) antes del evento tampoco está de más, para informar a las personas sobre la importancia de cuidar la naturaleza. Sin olvidar emitir el mismo mensaje durante el espectáculo. U ofrecer descuentos en el coste de las entradas a quienes demuestren que van a ir en bicicleta o en transporte público o que vayan a compartir coche con más gente. En fin, que opten por llegar con ayuda de otr transporte más sostenible.
Otra de las ideas que se pueden poner en marcha si realmente se quiere hacer algo con los conciertos en la playa es reciclar los materiales y reducir el consumo. Ahora bien, ¿qué implica esto, exactamente? Ofrecer vasos reutilizables, por ejemplo, a fin de disminuir los plásticos de un solo uso. O rellenarle los vasos a los asistentes con la bebida que pidan, en lugar de darles una botella o lata.
Instaurar por la zona puntos de reciclaje tampoco estaría de más, dicho sea de paso. E igual de bueno sería establecer puestos de recarga de agua, desde luego. Lo importante, en todo caso, es conseguir que cada participante genere la menor cantidad posible de basura. Aún más; si cada uno aplica una limpieza en su sitio antes de irse (aparte de la limpieza de después, en la zona, por supuesto) sería un enorme punto a favor.
El cuidado del ecosistema y el amor por la música
Los conciertos en la playa son, en suma, un espectáculo con efectos negativos e impacto antiecológico que pide a gritos medidas efectivas. Sí, divertirse al son del viento y las olas y muchas voces a coro está muy bien. Pero eso no debe ser un arma contra el mar. Y menos cuando es posible disfrutar de la música y del espectáculo, respetando al mismo tiempo al medio ambiente. La solución, resumiendo, tan solo exige un poquito más de esfuerzo, compromiso, planificación y conciencia social. Porque si el mar es de todos, la responsabilidad de protegerlo y velarlo también debe correr a cargo de todos.
Recuerda… ¡Juntos sí se puede!