Quizás pocos entiendan la importancia de un elemento de naturaleza como lo hace la comunidad indígena Kukama, ubicada en la selva peruana. Mucho menos aún, la necesidad vital de proteger este elemento. Un acto de vida o muerte. Sin más. Y, es que el Río Marañón juega tal papel para los Kukama.
Sí, nos preocupamos por el medio ambiente. Reciclamos. Tratamos de hacer lo mejor posible para contaminar lo mínimo, pero, aunque sea un tema que ronde constantemente nuestra mente, no vivimos las consecuencias de la contaminación de primera mano. Abrimos el caño y tenemos agua. Abrimos el refrigerador y encontramos comida lista para ser preparada. Cruzamos la calle y adquirimos aquello que nos falta. Pero, esto no sucede en lugares como el Amazonas, que necesitan del río para subsistir. Probablemente nunca entenderemos las implicancias que tiene la contaminación para nuestra vida como lo hacen estas comunidades, que no cuentan con acceso a agua potable y dependen únicamente de lo que el río les brinde. Pero eso no es motivo para ser indiferente.
¿Se imaginan tener sed y lo único que puedes beber está mezclado con sustancias tóxicas? O acaso bañarse en aguas negras, tener que pasar horas cazando ante la falta de peces antes abundante. Sin duda, son visiones que no quisiéramos vivir nunca y que, lamentablemente, son situaciones comunes para las etnias indígenas de la zona.
Es así que un grupo de mujeres indígenas decidieron tomar acción y han logrado un antes y un después en la protección de los ecosistemas acuáticos en el Perú, sentando antecedentes importantes para la lucha medioambiental mundial.
Aquí la historia de este gran logro.
El río Marañón
El río Marañón es uno de los más extensos de la Amazonía. De hecho, es considerado el segundo río más largo del Perú, siendo superado por el río Ucayali. Es en la confluencia de estos dos donde comienza el Amazonas.
Tras nacer entre nevados y lagos de la cordillera andina, el Marañón recorre 9 departamentos hasta llegar a la Amazonía.
A pesar de ser la séptima cuenca más grande de la Amazonía, la mayor parte del río Marañón fluye entre los andes, en vertientes estrechas y empinadas. Por ello, la mayor parte del río no es navegable. Únicamente se puede navegar en la parte baja.
En su cuenca habitan distintas comunidades indígenas, entre las que se encuentra la comunidad Kukama, cuyas mujeres lideran la contienda.
Como podemos imaginar, es poseedor de una gran biodiversidad, con al menos 11 especies de aves endémicas, según WWF. Sus aguas están llenas de nutrientes y sedimentos que permiten el crecimiento de algas, alimento de los peces consumidos por la población local. Su cuenca, rica en minerales e hidrocarburos, es de especial interés para diversas empresas que buscan el aprovechamiento de sus recursos, así como de su potencial energético. Muchas concesiones ya han sido dadas y han hecho que este río, que juega un importante papel en el ecosistema amazónico, sea uno de los más afectados por la contaminación.
Los problemas
La contaminación en el Marañón se viene produciendo desde hace décadas, afectando no solo al ecosistema mismo, sino también a las comunidades que viven y subsisten gracias a él.
Desde concesiones legales, otorgadas sin regulaciones ni prevención, a actividades ilegales, dañan constantemente su frágil ecosistema. Uno de los factores más importantes es la contaminación sistemática de petróleo. Es así que, se pueden encontrar pozos de petróleo tanto al norte como al sur del río Marañón.
Miles de barriles de crudo de petróleo se transportan diariamente a través de un oleoducto que conecta la amazonia con la costa peruana, el más extenso del país. A este Oleoducto Nor-peruano, operado por PetroPerú (empresa del Estado peruano) se le adjudican múltiples derrames de petróleo. Desde 1997 a 2019 han sido registrados más de 60 desastres ecológicos en la zona, los cuales se deben, principalmente, al mal estado y la falta de mantenimiento de la tubería.
Sin embargo, solo algunos de estos salen a la luz. Hay muchos derrames que no se ven, que van por debajo del agua, e incluso se sedimentan, matando a los peces y plantas del lugar y perjudicando gravemente a los pobladores.
A esto se le suma la minería ilegal de oro, que contamina con mercurio y otros metales peligrosos a uno de los cuerpos de agua más importantes del país. Hay la falta de acceso a agua potable y a un sistema de saneamiento, ya que no existe ninguna planta residual en las ciudades de la Amazonía.
El río se vería aún más perjudicado con el impacto de los proyectos de infraestructuras, entre las que figuran represas hidroeléctricas y la hidrovía amazónica. Hoy en día, estos proyectos, considerados un riesgo por múltiples organizaciones, se encuentran paralizados.
Consecuencias de la contaminación
Las consecuencias de la contaminación atentan a la vida del río y a la de las comunidades, las cuales ya se enfrentan a múltiples estragos. No solo les resulta más difícil conseguir alimento, pues escasean los peces, sino que ya muestran problemas de salud. Los Kukama asocian las enfermedades no diagnosticadas, y la muerte de varios miembros de su comunidad, al consumo de agua contaminada. Ellos sufren desde desnutrición, malformaciones y abortos, a alergias, manchas en la piel y cáncer.
Después de ser testigos y vivir de primera mano las consecuencias de la contaminación, y ante la inacción del gobierno, es que las mujeres Kukama decidieron emprender acciones legales para salvaguardar su vida, la de sus hijos, y la del río.
La lucha
El fallo, realizado en marzo de este 2024, representa un hito histórico para la protección ambiental y las comunidades indígenas. Tras años de lucha, las mujeres Kukama lograron que la Corte Superior de Justicia de Loreto, Perú, reconociera al río Marañón como una entidad jurídica, otorgándole derechos fundamentales para su conservación, ya que al ser titular de derecho el Estado debe reconocer su valor y procurar su protección, prevención y conservación.
Las mujeres Kukana vienen liderando la federación de mujeres Huaynakana Kamatahuara Kana desde 2001, año en el que fue fundada con el objetivo de promover sus derechos y proteger su medio ambiente y cultura. La federación, cuyo nombre significa mujeres que trabajan, está conformada por mujeres de 28 comunidades indígenas del distrito Parinari en el río Marañón, región amazónica norte del Perú.
La demanda, hecha contra el Estado peruano y la empresa estatal PetroPerú en 2021, exigía que se reconociera al río Marañón (y sus más de 15 afluentes) como un ser vivo, un ente que gozara de derechos con valor intrínseco, que tal como sucede con una persona jurídica deben ser protegidos por ley.
Esta batalla legal fue respaldada por numerosas organizaciones nacionales e internacionales dedicadas a la defensa de los derechos de la naturaleza. Y, sirve como un precedente importante para lograr la protección de recursos naturales y de las poblaciones indígenas.
Con el fallo, se reconoce al río como ente con derecho a existir, afluir, a permanecer libre de contaminación, a ejercer sus funciones en el ecosistema, a la biodiversidad nativa, a la restauración, a la regeneración de sus ciclos naturales, a la conservación de su estructura y funciones ecológicas, a la protección preservación y recuperación; y a la representación.
Además, se nombra al pueblo Kukama como representante, guardián y defensor del río y sus afluentes, apelando al componente intercultural de la demanda, ya que al pedir que se reconozcan los derechos del río, también se estaba pidiendo que se respete la cultura y cosmovisión de sus pueblos.
El río es sagrado; la sentencia busca subsanar más de 30 años de derrames y negligencias. Pero también significa un acercamiento a la forma de entender el mundo de los pueblos Kukama. Para ellos, más allá de ser esencial para la vida y existencia de la comunidad, el río tiene un profundo significado cultural y espiritual.
El río como ente vivo
El reconocer al río como poseedor de derechos no solo otorga la protección de sus recursos y comunidades, sino que reconoce y respeta la cosmovisión de los pueblos indígenas, muchas veces ignoradas en asuntos jurídicos. La cultura de las comunidades oriundas resulta ajenas a los ciudadanos de un mundo globalizado, pero no por ello deben menospreciarse o desestimarse. En ese sentido, la sentencia marca un hito al validar, respetar y apoyar a la cultura Kukama, donde el río es un ser vivo más.
Entender su cosmovisión resulta importante para comprender el significado del río en sus vidas, más allá de su papel como fuente de agua y alimento. Para ellos el río es como un padre, que da vida a vivos y muertos. Y, como todo ser tiene una madre: Purahua, un espíritu de la selva con forma de boa gigantesca.
Para el pueblo Kukama Kukamira, existe un mundo debajo del río. Allá habitan los espíritus, quienes ayudan a los chamanes a curar enfermedades de la población. También, se encargan de alimentar a los peces del río, que a su vez son el alimento principal de las familias del lugar.
Asimismo, el Marañón se encarga de cobijar a la gente del río. Se trata de aquellas personas que han sufrido algún accidente en el río y cuyo cuerpo no ha sido recuperado, motivo por el que se cree que han ido a vivir a una ciudad bajo el río. Estos reciben el nombre de Karuara y visitan a sus parientes en sueños o se comunican con la ayuda de chamanes. Los Karuara también son considerados parte del pueblo.
Entonces, no se puede desvincular el valor espiritual que tiene el río para dichas comunidades. La vida terrenal y la del más allá gira entorno a él. Así, la identidad de estos pueblos está intrínsecamente relacionada con el Marañón y sus afluentes, que además son la fuente principal de su existencia.
¿Y ahora, qué?
Tal como ya ha sucedido antes en Colombia, India y Nueva Zelanda, hoy las leyes peruanas han favorecido al bienestar de la naturaleza. Asegurar su bienestar significa también velar por el bienestar de sus ciudadanos y de todo ser humano. Sin naturaleza no podemos existir.
Si bien este es un primer gran paso en la protección de la vida del río y sus comunidades, aún queda por ver las medidas que tomarán las partes correspondientes, el tiempo de acción, y la efectividad de las mismas.
Todas las entidades demandadas presentaron recursos de apelación al considerarlo como inconstitucional. Así, piden que sea declarado improcedente.
Al ser una sentencia de primera instancia, existe el riesgo de que, tras la apelación de las partes demandadas, el tribunal de segunda instancia falle a favor de estas, dejando sin efecto la declaratoria anterior. Hasta la fecha en la que se ha escrito este artículo, la segunda instancia aún no tiene lugar. Esperemos entonces, que las autoridades correspondientes no desestimen el fallo a favor del río. Su decisión cargará la responsabilidad y definirá el futuro de la vida en el Marañón.
Lo que queda claro, cual sea el resultado, es que nadie podrá quitar a estas mujeres la valentía y determinación incesable que han demostrado en su lucha. Su ejemplo nos servirá de inspiración para velar por la protección de la naturaleza y la vida en la Tierra. Pero también, de ir contracorriente y alzar la voz en un mundo que parece no querer escuchar. Se han enfrentado no solo a entidades estatales sino al machismo de sus propias comunidades. Han luchado por hacerse escuchar donde no tomaban en cuenta su opinión, se organizaron y decidieron tomar acción por ellas mismas, y ahora lideran la defensa legal de sus territorios ancestrales.
Ahora, ellas tienen la palabra en la lucha por el río, sus vidas y las de sus familias. Y no van a retroceder. Aún tienen mucho por decir.