El turismo es una fuente importante para el desarrollo económico de un país. Genera movimiento comercial, crea puestos de trabajo, impulsa la creación de nuevos negocios, promueve el cuidado y mejora del lugar. No obstante, también es fuente de ingresos de una de las actividades más perversas: explotación de animales en el turismo.
¿Cuántas veces nos hemos topado con fotografías en Instagram de personas posando junto a animales exóticos como leones o tigres? Fotos de amigos disfrutando de sus vacaciones, rodeados de naturaleza, sosteniendo a una boa, un guacamayo o hasta un cocodrilo. Quizás inclusive tu feed contenga alguna imagen tuya nadando con tortugas marinas o delfines, o disfrutando de un show en algún parque acuático.
Pues déjame decirte que detrás de la cortina no todo pinta tan bonito como parece. Múltiples maltratos y condiciones de vida deplorables hacen que esta actividad turística se convierta en un calvario para los animales que aparecen en aquellas fotografías.
El maltrato animal en el turismo
Cuando se utiliza a un animal como forma de entretenimiento significa que ha sido alejado de su hábitat natural. Haya nacido o no en este, es privado de las características de su mundo, en las que su especie se desarrolla apropiada y libremente.
Imagina tener un vasto océano en comparación con una piscina de unos cuantos metros; pasar de correr en la sabana a estar confinado en un cuadrilátero, o aún peor atado a un poste en el día y puesto en una jaula de noche (algunas tan pequeñas que difícilmente pueden entrar de pie).
Empezarías a sentir ansiedad ¿verdad? Pues eso es solo una de las tantas vejaciones a las que se enfrentan.
Distintas formas de tortura se utilizan con el fin de someter a estos animales y lograr “domarlos” (entre comillas porque el proceso de domesticación, esta acción de amansar un animal salvaje requiere cientos de años de selección y modificación). El miedo, transmitido mediante el abuso, es la clave para que estos animales obedezcan y no ataquen a los humanos. Les quebrantan su espíritu y su voluntad.
Por si eso no fuera suficiente, en algunos lugares les liman los dientes o incluso se los extraen por completo para que no exista la posibilidad de una mordedura a los turistas. Lo mismo sucede con sus garras.
Así también, separan a las crías de sus madres a muy temprana edad. Las hembras reproducen constantemente para asegurar ejemplares bebes todo el tiempo. Se les priva de comida hasta lograr lo que quieren. Les hacen trabajar sin descanso.
Las malas condiciones de vida, falta de dieta nutritiva y la poca socialización ponen en riesgo su bienestar. Es decir, se dejan de lado las necesidades básicas del animal para una vida óptima: necesidades ambientales, de salud, conductuales y psicológicas.
Además, el contacto directo con turistas puede afectar negativamente su salud física (lesiones, enfermedades) y mental (estrés crónico, depresión, ansiedad), su reproducción y alimentación, e incluso conducirles a una muerte temprana (existe una diferencia significativa entre el tiempo de vida de un animal en estas condiciones en comparación con su contraparte silvestre).
¿Cuáles son estas actividades?
Hay una amplia variedad de experiencias disponibles para el turista, así como abundantes destinos donde encontrarlas. Desde lugares exóticos como Bali o Tailandia, a espacios más urbanos en Estados Unidos, España o Rusia.
Por nombrar algunos entretenimientos de vida silvestre: espectáculos (p. ej. circo, acrobacias, malabares, saltos, etc.), paseos, nado, parques acuáticos, posar contigo para fotografías, montar, jugar, o básicamente cualquier forma de interacción directa con el animal en la que su bienestar físico y/o mental pueda verse comprometido.
No es natural para un animal salvaje estar tan cerca del ser humano. Menos aún ser cargado, puesto frente a cámaras o inclusive ser tocado. Por más buenas que sean las intenciones, no es parte de su naturaleza, no es un accesorio más para lucir, y puede causarle gran sufrimiento.
Incluso actividades más normalizadas como paseos a caballo, burro, o hasta camello, pueden ser parte de este círculo de abuso. Puede que no tengan el descanso apropiado (mientras más paseos den, más ganancias hay) o no tengan acceso a fuentes de agua. Pueden estar horas de pie bajo temperaturas extremadamente altas; tienen que utilizar arneses incómodos y dolorosos para transportar carga o personas, alimentos inapropiados; en fin, miles de situaciones que no podemos ver mientras contratamos estos servicios.
Adicionalmente, las condiciones en las que viven muchos de estos animales están fuera de apaciguar su estrés. Espacios reducidos, que no cumplen con lo que el animal necesita para vivir (p. ej. animales de sangre fría sin acceso a luz solar), falta de higiene. Por otro lado, también se debe tener cuidado con los autodenominados santuarios. Lugares con una imagen de trabajo ético a primera vista, pero que continúan trabajando de manera inaceptable a espaldas del público.
De igual forma, hay actividades que ofrecen el contacto con animales en su hábitat, haciendo creer a los turistas que su actuar no causará molestias, cuando, en realidad, no hay nada de natural en estos encuentros. Por ejemplo, se utilizan alimentos como cebo para que estos se acerquen a los turistas. Los baños de elefante son otra muestra de ello. Ahí, se obligan a los elefantes a estar horas en el agua para contentar a cientos de turistas que buscan tener la experiencia. Y, tal como sucede en otros centros, someten a los elefantes a constantes abusos para su adiestramiento desde temprana edad.
Sufrimiento en silencio
El mayor problema para el público es la percepción. Nuestra animosidad, ingenuidad, o ignorancia nos hacen creer que los animales están bien, nos hacen ciegos frente a las circunstancias que enfrentan. Al fin y al cabo, parecen no inmutarse con nuestra presencia, parecen saludables y felices.
Sí, parecen.
Parecen, porque nos olvidamos de que estos animales fueron robados de su hábitat natural, recluidos, alejados de sus padres y de su manada, para servirnos como entretenimiento. No somos conscientes del trauma o de la magnitud de su sufrimiento. Lo que ocurra antes o después de nuestra visita nos resulta imperceptible, pues gran parte del maltrato ocurre tras escena o en la etapa temprana de vida del animal.
Así, la incredulidad es un problema más extendido de lo que se cree. Como viajeros no vemos el maltrato, por lo que continuamos asistiendo a estas experiencias. No vemos la crueldad a la que se enfrentan y no comprendemos las repercusiones de nuestra visita, ni las implicaciones que tendrán nuestros actos: el tocarlos, montarlos, abrazarlos, etc.
Muchas veces, para el turista desprevenido, la crueldad hacia estos animales sumisos y disponibles es totalmente invisible.”
World Animal Protection
Estas apariencias se refuerzan con el hecho de que, a diferencia de los seres humanos, los animales no cuentan con un lenguaje universal para el dolor. Según National Geographic, reconocer su sufrimiento mediante signos visuales resulta difícil, ya que algunos incluso enmascaran sus síntomas para no lucir débiles ante su depredador.
Por supuesto, sí son capaces de sentirlo. Todos los animales poseen receptores de dolor, solo que son incapaces de expresarlo de la misma manera que un ser humano lo haría: llanto, gritos, gestos. Ellos sufren en silencio.
La data no engaña
En 2015 salió a la luz un estudio de la Universidad de Oxford (concretamente de su Unidad de Conservación e Investigación WildCRU) que profundiza en el problema del turismo de vida silvestre, con cifras alarmantes.
Aquí se concluye que alrededor de 110 millones de personas alrededor del mundo visitan al menos una de estas atracciones cada año. Y, por lo menos 4 millones de estos turistas contribuyen indirectamente a que se perpetúen los abusos.
Más de medio millón de animales salvajes se encuentra en esta situación.
Además, un análisis de World Animal Protection (una organización con más de 70 años dedicados a la protección de animales) de las fotografías con animales salvajes encontradas en redes sociales, ubica la concentración de estas según país de procedencia. Los lugares mencionados pueden ser tanto donde se tomó la foto o donde fue marcada por el turista. Dicho ello, encabezan la lista Australia y Estados Unidos, seguidos en orden por Tailandia, Reino Unido, Indonesia, Canadá y Brasil.
Comportamiento exacerbado por las redes sociales
Posiblemente es nuestro amor por los animales el que nos lleva a querer estar cerca de ellos, conocerlos más de cerca, pero irónicamente es esta curiosidad innata del ser humano la que los está matando. Si bien este tipo de recreaciones han estado presentes en la sociedad por décadas, o siglos incluso, en lugar de disminuir con el tiempo se han visto con mayor demanda gracias a las redes sociales.
Las redes, con una muy amplia visibilidad, impactan negativamente a la popularidad de las tomas y selfies con animales silvestres. Estas imágenes incrementan el interés en dichas actividades, alimentando el deseo de manera reiterativa. Y, como suele suceder, no sabemos lo que ocurre detrás de cámaras.
Si ya es difícil conocer la realidad estando en el lugar, es aún más difícil poder reconocerla como espectador desde nuestro teléfono.
Con millones de seguidores, las celebridades también tienen un rol involuntario en el aumento de la demanda. Su alcance y popularidad hacen que sus experiencias sean vistas con expectativa y como un objeto de deseo o aspiración. Famosos como Kim Kardashian, Justin Bieber o Cara Delevigne han compartido sus fotos con animales exóticos como elefantes, leones, tigres y lechuzas. Este constante intercambio de imágenes hace común un acto que pone en peligro a los animales silvestres e incentiva este tipo de comportamiento.
Entonces, ¿Qué podemos hacer?
Si bien puede ser difícil reconocer si la experiencia es buena o no para el animal, Wild Welfare (ONG enfocada en mejorar los estándares de bienestar de animales salvajes en todo el mundo) brinda algunas recomendaciones para tener en cuenta.
Por ejemplo, hay que alejarse de espectáculos o interacciones directas con estos animales. En cambio, podemos optar por aquellas actividades que permitan observar a los animales en su ambiente natural, a una distancia prudente, que respete su espacio en lugar de invadirlo.
Apostemos por un turismo amigable, respetuoso y responsable con los animales. Debemos investigar aquellos centros que ofrecen estos servicios y asegúrarnos de que estos sean legítimos y no una fachada para engañar al turista. Podemos acudir a santuarios, centros de rescate y rehabilitación reconocidos por su trabajo. Muchos de ellos, precisamente, rescatan animales de estas atracciones y les brindan una nueva oportunidad para vivir sin explotación dentro de sus recintos, ya que resulta muy difícil devolverlos a la naturaleza. De esta manera, apoyaremos a lugares que se preocupan por los animales, generando ingresos para que continúen con su labor y cuidado.
Hay que tener cuidado con los autodenominados santuarios, que escoden una serie de irregularidades mientras claman ser refugio para animales. Uno de los casos más conocidos de este tipo de engaño es el del Templo del tigre en Tailandia, que, en 2016 fue expuesto como un lugar de maltrato y comercio ilegal de animales, especialmente tigres. Se descubrieron 40 cachorros muertos en el congelador y otros más conservados en frascos, además de pieles y dientes. Los tigres adultos sobrevivientes se encontraban en condiciones deplorables.
Así que hay que investigar las instalaciones que vamos a visitar, fíjarnos en las condiciones de vida del animal y analizar cuál será el impacto de nuestra visita: ¿colaboraremos con el cuidado de las especies o, por lo contrario, contribuiremos a la explotación animal? Lo que escojemos experimentar o evitar ayudará a definir el futuro de esta industria y a garantizar el bienestar de muchos animales en esta lamentable situación, ya que sin querer formamos parte del sistema que perpetúa el ciclo de abuso. Como a cualquier otra actividad comercial, a mayor demanda mayor oferta. Por lo que, mientras continue la demanda de animales exóticos y un constante ingreso de dinero para los propietarios, las explotaciones continuarán. Y con ello, otras actividades ilegales asociadas como el cautiverio, tráfico de animales y la caza furtiva.
De la misma forma, si vemos algo inapropiado denunciémolo. Estas malas practicas no solo ponen en peligro el bienestar animal, sino también el nuestro propio. Algunas páginas como ‘Born Free: Raise The Red Flag’ o ‘Turismo Responsable con los Animales’ (de FAADA) nos permiten denunciar de manera online estos actos. También podemos encontrar información sobre cómo realizar las denuncias en el país en el que estamos a través de la web de World Animal Protection.
Se requieren acciones complementarias y medidas más estrictas. Pero también de personas comprometidas que no pasen por alto las vejaciones que observan, sino que levanten su voz para hacer el cambio.
Debemos ser conscientes del impacto que causará para el animal nuestra visita al recinto donde se encuentre. Hay que ser conscientes de lo que ocurre tras bastidores para que un animal salvaje sea sumiso. Debemos actuar de manera responsable tomando una decisión informada y no dejarnos guiar por una imagen falsa de que están felices en cautiverio.