Impulsada por la globalización, los avances en la fabricación y el auge de Internet y las redes sociales, la moda rápida representa la cúspide del mundo actual, exigente y centrado en el consumidor. Las marcas y empresas de moda rápida, como los gigantes Zara, Uniqlo, Mango, ASOS y SheIn, son responsables de la producción de 92 millones de toneladas de residuos textiles y de recursos al año, además de representar hasta el 10 % de la contaminación mundial y consumir 79 billones de litros de agua.
Estos son los resultados para la producción de ropa barata y de baja calidad que se fabrica rápidamente y se envía a todo el mundo. Estas empresas tienen su sede predominantemente en países del hemisferio norte. La subcontratación de sus operaciones a regiones con mano de obra y procesos de fabricación más baratos y menos regulados, ha dado lugar a prácticas de explotación y precariedad extremas. El propósito es siempre satisfacer las rápidas y siempre cambiantes tendencias de la moda que impregnan el mundo virtual.
Este artículo, que analiza el impacto humano y medioambiental de la industria de la moda rápida, pretende demostrar que las empresas del Norte, que desvían los beneficios de los países a los que subcontratan su producción, instigan y agravan la degradación de las comunidades y los entornos naturales del Sur, simplemente por el afán de lucro.
La tragedia del Rana Plaza, Bangladesh
Un crudo ejemplo de las prácticas explotadoras de las empresas de moda rápida es la tragedia del Rana Plaza. En ella se detalla el derrumbe de una fábrica de ropa situada en las afueras de Dhaka, la capital de Bangladesh. Un fallo estructural en el interior del edificio de ocho plantas el 24 de abril de 2013 hizo que los tejados y las paredes del complejo cedieran a las 8.45 de la mañana, cuando la mayoría de los trabajadores habían comenzado sus turnos. Con un total de 1.134 muertos y otros 2.500 heridos, este derrumbe se considera el fallo estructural más mortífero de la historia moderna de la humanidad.
La fábrica estaba directamente vinculada a las prácticas de la moda rápida. Contratada por empresas como Primark, Mango, Benetton y Walmart, por no mencionar los senderos más turbios de las empresas subcontratistas, había una falta total de interés y responsabilidad por parte de estas empresas multimillonarias, para garantizar unas condiciones de trabajo seguras y reguladas para sus empleados contratados. Buscando reducir costes, los propietarios del Rana Plaza habían construido ilegalmente varias plantas adicionales en la parte superior del edificio original. Siguieron haciendo caso omiso de las advertencias y no obtuvieron los permisos.
El peso adicional que contribuyó al derrumbe del edificio fue consecuencia directa de la demanda de moda rápida a bajo precio, que conlleva la pérdida de la regulación y de los derechos laborales. Por tanto, esta tragedia demostró a la población de Bangladesh y de todo el mundo el absoluto desprecio que sienten las marcas de moda rápida por sus empleados, lo que llevó a los clientes de estas marcas a cuestionarse el verdadero coste de la ropa barata que compraban.
El río Citarum, Indonesia
El impacto de la moda rápida en los recursos hídricos es grave. Es bien sabido que se trata de una práctica muy contaminante, ya que el uso de materiales sintéticos baratos y de tintes provoca una grave degradación del medio ambiente.
Se calcula que el 20% de toda la contaminación mundial del agua procede del teñido de textiles. La filtración de sustancias químicas tóxicas de las fábricas a los ríos y sistemas de aguas subterráneas degrada la tierra, compromete el agua potable y mata los ecosistemas acuáticos.
Un claro ejemplo de los daños de estas prácticas puede destacarse en la obstrucción del río Citarum en Java Occidental, Indonesia. El Citarum ha sido gravemente contaminado por las toxinas y tintes liberados por las fábricas textiles que bordean las orillas y producen ropa para marcas de moda rápida. Su olor se ha descrito como el de la basura en descomposición y los productos químicos acre. Es difícil saber qué marcas son las responsables, ya que la contabilidad a la hora de subcontratar es tan turbia como el propio río. Este nivel de contaminación ha provocado que los niveles de plomo sean más de 1.000 veces superiores a la norma de agua potable de la Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos, junto con niveles de aluminio, hierro y manganeso muy superiores a las medias internacionales.
Los habitantes que viven a orillas del río sufren afecciones como dermatitis, erupciones cutáneas por contacto, problemas de ingestión, así como retrasos en el desarrollo infantil, insuficiencia renal, bronquitis crónica y mayor incidencia de tumores. Esta contaminación reduce directamente la esperanza y la calidad de vida de los 9 millones de personas que dependen del río como fuente de agua.
Dado que las marcas de moda rápida son responsables de niveles tan altos de contaminación por metales pesados en miles de ríos como el Citarum, es fundamental que estas empresas no solo rindan cuentas, sino que compensen a las víctimas de sus prácticas de todas y cada una de las formas posibles.
Boicot de marca
Aunque está en manos de las marcas y los gobiernos que explotan y permiten una regulación humana y medioambiental tan laxa reconocer su culpabilidad y empezar a hacer cambios en las prácticas de la industria textil, hay una serie de pasos que los propios consumidores pueden dar para contribuir a esos cambios.
Comprar menos ropa y optar por artículos de segunda mano, de buena calidad y producidos por empresas conocidas por sus estrictas normas, es una inversión importante de cara a una vida ética.
Estas opciones reducen la demanda de moda rápida y ayudan a reducir el impacto medioambiental y humano de la producción. Comprometerse con otros para hacer lo mismo, educar para reducir el control que las tendencias pasajeras ejercen sobre los consumidores basados predominantemente en el hemisferio Norte, así como protestar contra los organismos estatales que hacen la vista gorda ante estos problemas, es igualmente crucial para oponerse a la explotación de la moda.
Sin embargo, es importante no perder de vista a los verdaderos criminales culpables de los daños a los que se enfrentan las comunidades del Sur Global en todo el mundo: aquellos que disfrazan actividades generacionalmente perjudiciales, como un lobo con piel de cordero.