Aunque la internacionalidad de los estudios llamados a dirigir proyectos a distancia se estableció como un factor discriminante necesario para garantizar la resonancia de un proyecto arquitectónico, “estar en el lugar” se descubrió recientemente como el valor clave del diseño sostenible. Lo sabe bien Lucas Muñoz Muñoz, un diseñador-artista-artesano que, entre Eindhoven y Madrid, enraizó el ADN de su estudio en la actividad laboral. Y no sólo porque su trabajo se desarrolla tanto en el taller como en la obra. Desde 2012, lucha por afirmar una visión del diseño basada en recuperar, potenciar y remodelar lo existente.
Se trata de reducir el impacto que la construcción tiene sobre la materia y el espacio. Promover la artesanía local. Pero, sobre todo, para abordar activamente aquellas cuestiones a las que los que dan forma al “mundo de las cosas” no pueden dejar de responder. Una vez más, estamos hablando de consumo, sobreproducción, contaminación y de las implicaciones sociales y culturales relacionadas. Temas ciertamente complejos, pero imprescindibles para abordar esta disciplina con el humor, la lógica y el sentido crítico que distinguen a Lucas Muñoz Muñoz y las metamorfosis ecológicas del espacio sobre el que trabaja.
Pero, ¿cómo se estableció Lucas Muñoz Muñoz y cómo se desarrolla su enfoque?
Con una envidiable formación académica y proyectos expuestos en museos, galerías y colecciones privadas en el extranjero, Lucas ha tenido la capacidad de anticipar la apertura que el diseño está manifestando ahora hacia otras disciplinas y áreas de conocimiento. Tras licenciarse en Diseño de Producto en la Central Saint Martins de Londres; y estudiar Diseño y Gestión de Exposiciones en el IED de Madrid, realizó también un máster en Diseño Contextual en la Design Academy Eindhoven. No es de extrañar que la canónica cartera de trabajos de renovación y diseño de exposiciones se altere con vídeos, experimentos musicales e intervenciones efímeras. Todos ellos son ejercicios de divagación conceptual destinados a promover la reflexión social y medioambiental.
De hecho, el papel que se ha labrado en la industria es redefinir la funcionalidad de los artefactos desechados. Así es como practica el reciclaje. Se hace hincapié en la capacidad de los objetos ordinarios para encarnar y retener significados profundos. Tratar de rastrear la forma en que se hacen las cosas, sus orígenes y cómo se utilizan. Trabaja con sus manos los materiales que encuentra en el lugar para que respeten el contexto en el que se encuentran. El valor de sus proyectos reside en la aplicación de estrategias participativas y territoriales.
¿En qué consisten estas metamorfosis ecológicas?
Un caso emblemático para describir el enfoque del diseñador español es el proyecto MO de Movimiento. Un antiguo teatro de la calle Espronceda 34 se convirtió en un restaurante de 1.000 metros cuadrados. Durante sus 16 meses de trabajo en la obra, Lucas Muñoz Muñoz transformó la obra en el taller de su equipo, haciendo de la improvisación y la experimentación el propio concepto a traducir en material. En concreto, reutilizó todos los materiales obtenidos en las obras de demolición y fabricó el mobiliario de forma artesanal. Desde la demolición hasta la reconstrucción, Muñoz y sus seguidores evaluaron constantemente la coherencia y validez de las decisiones, la calidad de los materiales recuperados y la posibilidad efectiva de reutilización. De hecho, gracias a una profunda conciencia medioambiental, el estudio ha reducido la huella ecológica de esta intervención en un 70% con respecto a la norma.
Tanto es así que, aparte de la reutilización de los materiales del antiguo teatro, que se reutilizó como agencia de comunicación y registro (EFE), lo que diferencia a este espacio de hostelería es el sistema de refrigeración adiabática. Lo han creado en forma de macetas de terracota bajadas del techo. Los ventiladores, los sistemas de nebulización y las bombas de agua necesarios para el intercambio natural de calor están incrustados en estos pobres pero esculturales objetos.
Pero, ¿qué motiva un proceso tan laborioso?
En el origen del proyecto está, sin duda, el deseo del diseñador de redefinir las tradiciones y técnicas de la arquitectura; asegurando que la verdadera identidad de MO de Movimento no es tanto un resultado brillante, sino un proceso creativo y constructivo con una fuerte impronta sostenible. Cada componente del proyecto deriva de un razonamiento creativo en el que el planeta es uno de los actores decisivos. El reciclaje, el up-cycling y, más sencillamente, el uso correcto de los materiales para las funciones más adecuadas fueron analizados, probados y certificados en profundidad. A continuación, un equipo especializado en sostenibilidad calibró la elección de los materiales y las estrategias de decisión. Y esto tanto en términos éticos como matemáticos. De este modo, evitaron cualquier forma de lavado verde y, en cambio, respetaron lo que realmente implica el término sostenibilidad.
Así, demostrando un profundo respeto por el ciclo de vida de los materiales, estudiaron cada elemento teniendo en cuenta su uso en el tiempo, su mantenimiento y su hipotética y evitable sustitución. Es como si, en la intervención, el envejecimiento y el paso del tiempo fueran un recurso real. Porque el espacio evoluciona. Así permite que la naturaleza y el hombre que la habita sean actores activos en su realización. Además, en estrecha colaboración con Inés Sistiaga y Joan Vellvé Rafecas, Lucas ha identificado diferentes estrategias con las que aprovechar los proveedores y artesanos locales, los restos y bienes de segunda mano y las tradiciones locales.
¿Qué pasa con los muebles?
Trabajando paralelamente a la obra en un taller improvisado en Madrid, Lucas fabricó sillas y mesas con madera de pino recuperada de la obra. Cuando el antiguo teatro se convirtió inicialmente en un estudio de grabación, se levantó la cantera construyendo un suelo de madera de pino. Por ello, Lucas invirtió tiempo y esfuerzo en desmontarlo para crear un prototipo del mobiliario del restaurante.
Los tableros de las mesas son de MDF resistente al agua. En cuanto a los acabados, un esmalte al agua cubre el mobiliario interior. Para los muebles de exterior existe una combinación del mismo esmalte con una tinta china. Se trata de un repelente natural y totalmente orgánico. En general, Lucas evitó toda forma de decoración y adorno superfluo. Por ejemplo, prefirió hacer las luces del techo con cajas de cables eléctricos de PVC. Para permitir que crezcan plantas trepadoras, que darán vida y alma al espacio, se le ocurrió colocar malla metálica en los muros perimetrales del patio.
Como vemos en lo que podría ser un banal proyecto de renovación, la reutilización innovadora de materiales industriales o de desecho es una práctica consolidada para el diseñador español. El resultado es un proyecto que reconsidera la construcción como una oportunidad para idear estrategias sostenibles de producción, consumo, trabajo y abastecimiento.
¿Es posible, pues, adoptar este enfoque en el ámbito doméstico?
Claramente, sí. Sólo hace falta un poco de perspicacia y mucha capacidad de observación y catalogación. Con Temporal – Machado Muñoz, Lucas presentó una colección de objetos, tomando como punto de partida la información que las Naciones Unidas acababan de compartir sobre el consumo en su país de origen. A partir de datos sobre los kilos de asfalto producidos por segundo, la cantidad de tubos de cobre consumidos de media y el volumen de agua que utiliza un español, construyó muebles en los que las funciones se definen por el volumen y la cantidad de materiales utilizados. Así, como un analista, transfirió los datos de la fenomenología social a la morfología doméstica. Al descontextualizar los gráficos, Lucas materializó de hecho el impacto de nuestra presencia en la tierra como ciudadanos y, sobre todo, como consumidores.
Pues bien, a estas alturas sólo podemos dejar de cerrar con un proyecto que atestigua el carácter participativo, inclusivo y, por qué no, irónico, inherente a dicho compromiso social y medioambiental. Con Mobiliario Urbano, de hecho, Lucas introdujo lo que él llama «objetos salvajes» en zonas que no cuentan con el mobiliario urbano necesario para generar la participación activa de los ciudadanos. Se trata de muebles fabricados con materiales desechados que, recuperados durante una noche de fiesta con los amigos, fueron revisados con el simple uso de cinta adhesiva, cuerdas y espuma de poliuretano, para convertirlos en lugares de convivencia. ¡Qué otra forma de aplicar la disciplina de un espíritu creativo consciente al bien común!